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Torturadores

  • 30 enero 2015 /

    ¿Qué esperan? Es la pregunta colectiva a los miembros del Congreso Nacional para que por la vía expedita, utilizando los más ágiles medios como cuando se hallan ellos interesados en dictámenes, debates y votaciones, introduzcan un proyecto de Ley de Protección de Animales, de aquellos seres vivos calificados así, no de aquellos otros que merecen tal calificativo, actúan en la impunidad y se jactan de sus cavernarias acciones en las redes sociales.

    Si hace unos días la acción de unos mozalbetes en Yoro, muy machos, produjo la condena generalizada y contribuyó al aumento de la mala imagen de nuestro país en el exterior, en la edición de ayer el salvajismo volvió a hacer presencia vestido de uniforme militar y proyectado en protesta por reclamo de derechos.

    La reacción oficial al salvajismo en el polígono de tiro de la Fuerza Aérea ha sido conocida en un comunicado en el que señalan la autoridades “que se está llevando a cabo una exhaustiva investigación”. Es el primer paso que significa aceptación de la responsabilidad en el esclarecimiento del hecho y el compromiso de actuar contundentemente, puesto que el mensaje de desprecio a la vida que transmite el documento gráfico es más que un aviso de lo que harían en el desempeño de sus cargos y en las misiones que se les asignen.

    Prometer que no habrá actuaciones al margen de la ley, es un argumento débil, ya que si no hay instrumento jurídico para calificar el salvajismo, no habrá fundamento legal para dictar pena. Sin embargo, el daño a los sentimientos de la mayoría de los hondureños, el perjuicio a la imagen del país y la exaltación de la tortura y violencia contra la vida no debe calificarse como travesura juvenil, reparable con barrida de calles y unos lempiras.Ante estos hechos es necesario mirar hacia adelante y prevenir, pues no es casualidad la repetición de barbarie; puesto que desgraciadamente el uso de las redes sociales están incentivando hechos violentos para ser exhibidos como trofeo de degenerados para quienes la vida de otros no tiene sentido ni valor.

    Ya no se puede tapar el sol con un dedo; es necesaria una voluntad mayoritaria del Congreso, despojada de intereses y cálculos políticos, con el fin de disponer de inmediato de una Ley de Protección de Animales. No faltarán voces, originadas en el negativismo eterno, que se escuden en el alto nivel de violencia e inseguridad para señalar que hay asuntos más importantes que los perros, las vacas, los gatos, las tortugas, la loras, los monos, etc...

    La respuesta a estos cavernarios habrá de salir también de las organizaciones defensoras de los animales y de la ciudadanía, en cuyos hogares se disfruta de la convivencia con los animales, como un miembro más, con presión y condena permanente, al tiempo que se exige, para ayer, una ley que defienda la vida y castigue a los antivida.