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Mensaje orientador

  • 13 junio 2021 /

    Reconociendo las circunstancias dolorosas y dramáticas, con el dedo en llaga, pero con fundada esperanza, una vez los obispos hondureños se dirigen al pueblo hondureño con un mensaje sereno, un llamado a la tranquilidad, pero aflorando el mar de fondo que hace peligrar más la convivencia en paz y libertad, la institucionalidad, el progreso y el bienestar para que la supervivencia vaya dejando espacio real a la calidad de vida de todos los hondureños.

    Cuatro elementos resaltan en el documento, cuyo título, “Las elecciones del Bicentenario”, hace relación a la conmemoración, escasos motivos de celebración, de aquella gesta histórica de la que aún se hallan ausente las aspiraciones plasmadas, no realizadas, y la ruta para alcanzarlas. Comicios cargados de amenazadoras tormentas a consecuencia de políticas frustrantes y abismales deficiencias en la gestión gubernamental.

    “No se trata de votar, sino de elegir”, es el señalamiento de los prelados al considerar el primero y protagonista elemento de la jornada, el elector, cuya actuación debe reflejar una decisión en conciencia, no dejarse llevar “por una falsa agenda política que no responde a las necesidades reales de la población” y no ser víctima de la manipulación. En concreto y dada la experiencia “no votar en plancha y no ceder a vender el voto”. Toda una motivación, cuyo fundamento es la educación, el criterio personal y la visión clara de lo mejor o, en el peor de los casos, lo menos malo.

    Los aspirantes son el segundo elemento en la consideración de los obispos, que nos recuerdan la necesidad de candidatos con conducta ética reflejada en su diario profesional, familiar y ciudadano. “Candidatos que no estén marcados por la corrupción o el narcotráfico, que tanto daño han hecho al país”.

    De la elección surgirá el nuevo Gobierno, nacional, local, y Congreso Nacional para los próximos cuatro años, que ojalá no sean más de lo mismo con cambio de caras solamente. La transparencia en todos los niveles, así como la honestidad en la toma de decisiones y en las actuaciones deben marcar irremediablemente el gran cambio, si es que no queremos seguir cayendo en el precipicio.

    La política, politiquería, no debe seguir siendo juego para quienes se hallan en el poder y usan la retórica y demagogia para presumir de figura, no para hacer justicia y valorar la dignidad de las personas. Plan de Gobierno, Plan de Nación, Asunto de Estado, convidados de piedra, pues la mira de la clase política se halla en asuntos personales y en intereses de partido. Lo demás “ya veremos”, de manera que ninguno de los candidatos ofrece ni siquiera indicios de una ruta sólida, realista y consensuada. A la mano de Dios, como dicen en la aldea.