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A seguir cuidándonos

  • 26 mayo 2021 /

    La llegada de más vacunas y la intensificación del proceso de vacunación puede llevarnos a pensar que la pandemia va quedando en el pasado y que podemos mitigar las medidas de bioseguridad, sobre las que se nos ha estado insistiendo, por activa y por pasiva, en los últimos meses; pero no podemos caer en ese error.

    Si miramos a nuestro alrededor y reflexionamos sobre las experiencias vividas por países en los que los porcentajes de vacunación son exponencialmente más altos que en el nuestro, Chile es el ejemplo más notable, el hecho de que ya estemos vacunados es un legítimo motivo de esperanza, pero no debe convertirse en excusa para bajar la guardia y cometer descuidos de los que después podamos arrepentirnos. Debe pasar un tiempo prudencial para que se detengan notablemente los contagios comunitarios y para que se reduzca la pérdida de vidas humanas.

    Lo que la mayoría de las voces autorizadas del mundo de la medicina a nivel mundial ha indicado es que continuaremos usando mascarillas, desinfectándonos las manos y guardando la distancia física durante varios meses más.

    Es cierto que en algunos países se ha levantado la orden de usar mascarilla, incluso en lugares cerrados, y que gracias a los altos porcentajes de vacunación se han restablecido los espectáculos públicos y la vida de los ciudadanos parece volver a la normalidad, pero también es cierto que en otras latitudes se han retomado las restricciones de circulación o se han decretado períodos de confinamiento de diversa duración.

    Deben pasar varios meses para que el efecto de la vacuna se note en la vida nacional, para que podamos disfrutar del fútbol desde dentro de los estadios, para que los lugares de descanso y recreación recuperen la vitalidad que les caracteriza, para que podamos darnos la mano y abrazarnos de nuevo.

    Mientras tanto, paciencia y responsabilidad, sería muy triste que muchos hondureños, luego de más de un año de cuidarse, se confiaran y terminaran en una unidad de cuidados intensivos o, en el peor de los casos, en el cementerio.

    También es necesario hacer ver a los aún incrédulos o temerosos que vacunarse es una obligación no solo individual, sino también social. Que el futuro de Honduras pasa por el compromiso de cada uno de nosotros de acercarse, cuanto toque, a los centros de vacunación y de seguir cuidándonos.