A la propuesta del presidente Joe Biden para la suspensión de las patentes ha respondido el otro gran bloque con acelerado proceso en la vacunación de su población. Primero, le dicen a Washington, exporten las vacunas que van almacenando con riesgo de fecha de caducidad cercana que hagan inservible su inmunización. Mientras las negociaciones se mantienen en secreto, alta confidencialidad y con la mira en la dimensión política, los debates se han multiplicado en los últimos días, pues como señaló el científico hondureño Marco Tulio Medina “nosotros somos parte de ese mismo ferrocarril llamado humanidad.
Ahora estamos hablando de solidaridad humana o planetaria para que la vacuna sea más accesible para todos y podamos salir de esta pesadilla”. Todos viajamos bajo la misma tormenta, pero no todos, en el mismo barco. Nada nuevo, pero sí real para no seguir haciendo el papel de víctimas y culpar al norte, sino asumir con mayor responsabilidad la grave situación que nos exige enfrentar con más decisión e inteligencia el desafío para salir adelante con menor daño, pues suficiente el que está causando la pandemia. Confiar en la suspensión de la patente como han pedido numerosos países es esperar el maná que requiere una acción milagrosa y eso “sí, no, lo más seguro es quién sabe”. De nosotros principalmente debe venir la mitigación de los daños, de manera que la luz en el túnel esté cada día más cercana y alumbre más para que no sigamos tropezando en la misma “turunca”.