En diputados pocas sorpresas y en planillas municipales algún desplazamiento, pero escasamente significativo. Así están las cosas a las puertas de la semana veraniega que ojalá proporcione claridad en el horizonte y los integrantes de la naciente alianza política asuman con responsabilidad que el adecentamiento y las correcciones en el escrutinio no derive, que será los más probable, en pugna por el poder y para ir buscando y ocupar una buena ubicación al momento del “pistoletazo” de salida. No hay que darle muchas vueltas ni esperar milagros.
Los políticos se quedan en el discurso y en las pantanosas aguas de ideologías, pero la realidad sigue ahí con angustiosos reclamos, pues aumenta el desempleo, el sistema sanitario “está tocado”, la violencia, no a la vuelta de la esquina sino en cada calle y en casa, la corrupción, la mayor y la poquitera en la agenda diaria, todo ello confluye en un mayor índice de pobreza.
Esta visión quedará entre bastidores durante los próximos meses con palabras, discursos y programas que llenan la agenda de los candidatos en la campaña, pero la realidad que afecta de lleno y diariamente a las familias hondureñas se mantiene inalterable, alimentando la desconfianza y desafección de los ciudadanos. La alianza no de perdedores en alusión al calificativo empleado por el precandidato liberal a la cabeza, sino de honestos es, sin duda, expresión que corresponde dar a la población a la que la experiencia enseña que falta mucho, muchísimo para que la honestidad proyecte la transparencia personal y de Gobierno, ausente, sin embargo, en la gestión diaria de funcionarios, empleados públicos y cúpulas de partidos.
Poco falta para que volvamos a escuchar progreso y bienestar para todos los hondureños a quienes, por fin, les llegará “calidad de vida”, palabras vacías y carentes de significado.