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06:40 AM

Orden y decencia

  • 11 marzo 2021 /

    El dicho de la víspera y la fiesta lo abordamos esta misma semana al analizar el complejo asunto de las elecciones partidistas de este domingo con claros señalamientos a quienes dirigen el proceso y a los aspirantes, pero es necesario también resaltar el protagonismo de los electores, cuyos votos seguirán dando vida a las aspiraciones de algunos y cerrarán, por ahora, la puerta a la mayoría.

    Habrá que recordar la expresión clásica de Charles Montesquieu: “El poder frente al poder”, controles, frenos y contrapesos que entre nosotros no logran funcionar porque carecemos de mecanismos eficaces para enfrentar contundentemente la corrupción, en sus múltiples expresiones, y otros delitos contra el bien común. Todo ello por la debilidad de la administración pública, rectora de las funciones de los empleados públicos para defender los intereses de la población.

    El ejercicio cuatrienal al acudir a las urnas debiera ser una clara y precisa evaluación de quienes se presentan en búsqueda del favor de los ciudadanos. Es derecho entrar en lista y someterse a la voluntad de los electores. Deber de estos; sin embargo, es conocer, sopesar e identificar con plena responsabilidad a quiénes marcarán en la boleta. Y aquí es donde el filósofo y jurista francés, estrella de la Ilustración, marcaría el gran vacío del electorado que conoce caras, recuerda la ascendencia familiar o se ilusiona con una canonjía en los próximos años.

    El domingo, con la mente clara y la directriz personal de lo mejor para todos, el bien común, la participación, pese a los fiascos, debe ser masiva, venciendo los obstáculos internos y externos, de manera que lo mejor de los tres partidos sea carta de presentación nítida para la cita del próximo noviembre. Si se cumpliese los de Montesquieu: “El poder frente al poder”, otro gallo nos cantaría en las urnas, pues la fuente del verdadero poder, los ciudadanos, señalaría con eficacia y exactitud la ruta.

    El condicionante de la pandemia marcará la jornada del domingo con férreas medidas de bioseguridad de las que nadie ni miembros de las mesas, observadores, seguridad y muchos menos los ciudadanos en fila para ejercer el sufragio están exentos. Es la salud propia, pero es la vida de los demás con la que no se debe jugar. Sobre el derecho a votar se halla el derecho a la vida y sobre este nada ni nadie por muy dirigente y creído que se crea. Y si hay orden entre los votantes y decencia en los dirigentes para evitar soliviantar los ánimos podremos felicitarnos todos los hondureños que, en un ambiente negativo, nos sobreponemos y podremos hacerlo el último domingo de noviembre cuando hagamos prevalecer el poder, el pueblo, frente al poder, los políticos con intereses personales y partidistas.