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Supervivencia

  • 28 noviembre 2020 /

Editorial, 28 noviembre 2020.

    Si el panorama ya era desolador para el sector turístico, hotelero y restaurantero por los efectos de la pandemia, las inundaciones de noviembre han sido el tiro de gracia para buena parte de este rubro en el norte y occidente, justo cuando habían empezado a recibir a turistas nacionales a partir de la reapertura y hacían planes en vísperas de las fiestas decembrinas.

    El turismo, hoteles y restaurantes figuran entre los sectores más golpeados por el caos desatado por el covid-19, y no han dejado de sentir sus efectos tras el largo confinamiento con las consecuentes pérdidas económicas desde que se decretó, en marzo, la emergencia sanitaria.

    Se estimaba, hasta el mes pasado, que un 40% de hoteles y restaurantes habían cerrado en Honduras víctimas de esta cuarentena. A ese catastrófico recuento hay que agregar los que están decidiendo abandonar la presión por la supervivencia luego de ver frustrados sus planes de fin de año.

    Las malas noticias del sector vinieron en cadena. Primero los más pequeños, luego aparecieron los más grandes, los que parecían imbatibles. El hotel Marriot y el icónico Honduras Maya, ambos en Tegucigalpa, anunciaron su cierre en agosto, al mismo tiempo que suspendía operaciones el complejo Villas Telamar.

    El 23 de octubre fue el último día de Uno Chicago Grill en San Pedro Sula, una franquicia que se abrió mercado en 14 años de operaciones. Y el 15 de noviembre tocó cerrar sus puertas al Gran Hotel Sula que se llevó con él 50 años de historia y tradición en el centro sampedrano.

    Por desgracia, la lista de hoteles y restaurantes que no llegarán a la fase poscoronavirus va a aumentar en medio de esta situación descabellada que jamás nos imaginamos tener que enfrentar, pero que nos obliga a estructurar, cuanto antes, esos planes de reactivación económica mientras nos conducimos hacia la otra normalidad.

    Con los cierres de estos negocios, la “factura del coronavirus” tiene efectos directos con el despido de empleados e indirectos por la cadena de suministros, por lo que las pérdidas son abrumadoras.

    A muchos restaurantes les tocará empezar de nuevo, reinventarse. Para los hoteles que dependen del turismo será más complicado si se cumplen las nefastas predicciones sobre los efectos de la pandemia en el rubro, incluidos operadores y líneas aéreas.

    Pero no perdamos la fe en lo que podemos lograr los hondureños, porque si bien es cierto es un tema de supervivencia, nadie debería estar solo en esta cruzada.