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Suena la alarma

  • 06 julio 2020 /

    Hay mucho nerviosismo, decían las abuelas hace algunos años, hoy con más acercamiento a la realidad tendremos que utilizar la palabra crispación. Y no es para menos, puesto que los golpes son duros, especialmente por la falta de disciplina de los ciudadanos para atender las medidas contra el virus y por la falta de control para enfrentar la pandemia.

    Es la voz una y otra vez de los médicos, de los que están al frente y que siguen pagando un altísimo tributo con la muerte de colegas y personal sanitario en la atención a los enfermos en los hospitales. Cuídense, usen mascarilla, guarden el distanciamiento y no salgan si no es necesario, ya que esto puede ir para largo si no se hace. Al contagio hay que imponer barreras que no sean irresponsablemente saltadas por muchos ciudadanos.

    Los efectos de la cuarentena durante cuatro meses, insostenible para preservar empleos, se sienten cada día y falta mucho por venir, por lo que necesitamos aplicar, sin excusas ni excepciones, una férrea disciplina y conducta responsable que nazcan de una convicción personal y profunda en la que no sea el Gobierno, los adversarios o los vecinos los que marquen el paso, sino que cada quien, por amor a la vida y solidaridad hacia los demás, se proteja, cuide de su familia y defienda la salud para todos.

    Es importante aplicar controles en los desplazamientos de las personas, pero lo más importante es educarlas para que atiendan todas las medidas de protección en casa.

    También es urgente la localización de enfermos mediante masiva aplicación de pruebas a domicilio, y la entrega del tratamiento en forma temprana para bajar la dosis viral es exigencia de “vida o muerte”, no solo para los pacientes, sino de inmenso riesgo para el personal entregado en primera línea a luchar contra la pandemia en condiciones sumamente precarias.

    La crisis en los hospitales es una evidencia de que hasta con los ojos cerrados se puede ver.

    Las cifras desbordan la imaginación, pero rebasan con mucho la capacidad de atención, que trata de sobrevivir en gran precariedad por la escasez y cansancio de los profesionales de la salud, por la afluencia de pacientes, por la escasez de equipo de protección y la irresponsabilidad de idiotas que dan vuelta como trompo por calles, avenidas e intentan lucirse en el vecindario. El nerviosismo ha dado paso a la crispación, y esta abre la puerta a la desesperación si continuamos en esta macabra feria de dolor y muerte.