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¡Está claro!

  • 02 julio 2020 /

    Está resultando tremendamente complejo atender la crisis sanitaria con hospitales y centros de atención al máximo, con numerosas bajas en el sistema sanitario y con las nebulosas en la administración de los recursos en la emergencia. Como señalan los profesionales de la medicina y los mismos empresarios, el mayor desafío falta por llegar.

    La plena integración de la población, en todos sus sectores, a la denominada “nueva” normalidad es totalmente necesaria para detener la expansión, pues no basta solo exigir la “bioseguridad”, sino hay que implantarla y hacer que se cumpla, de lo contrario seguiremos dando palos al aire y poblando lugares de los que no se regresa.

    Las reglas suelen alimentar oposición aún, como en nuestro caso, cuando vivimos una crisis, pero obedecer es indispensable. Hay que ir dando pasos con estrategias claras hacia acciones permisivas que requerirán limitaciones. Todo ello lo podemos sintetizar en dos palabras, cuya facilidad en la escritura y la pronunciación no se adjuntan a los hechos que requiere. Nos referimos a la “gestión de riesgo”. Casi nada.

    La gestión en el ambiente sanitario está a la vista. Lo grave también es la carencia de ruta definida en las mesas multisectoriales, que no solo sean espacio para hablar, sino para buscar, hallar y, en consenso, aplicar soluciones.

    La grave crisis, que va para largo, exige absolutamente la unión, pues en ella está la fuerza.

    Tratar de aparentar un esquema integracionista para enfrentar la pandemia no es solución. Lo que nos espera no exige voces mesiánicas y pregón político, sino sacrificio de todos y clara visión de quienes dirigen, que no significa exclusividad del poder político, generalmente con personal poco calificado en salud, economía, educación, por lo que necesitan permanente asesoramiento para gestionar y vivir con el riesgo que nos acompañará.

    La crispación no es clima favorable en estos días de pandemia, pero sí es comprensible en el sistema de salud, cuyo personal se ve disminuido, sin que los profesionales afectados por la enfermedad sean reemplazados. La actividad económica exige una buena gestión en su riesgo. Vamos hacia los cuatro meses de confinamiento y no podemos aplicar aquello de los cien años y cuerpo que lo resista. La gestión de riesgo implica visión, como punto de partida, compromiso de todos y cumplimiento que, como dice la sabiduría popular: “el tonto a palo y el listo a señas”. Es necesario ir abriendo, pero sin que nadie ni nada se cuele por otro lado, pues va en ello la vida por la enfermedad o por la carencia de recursos para subsistir. El control deben aplicarlo, lástima que no se ha hecho lo necesario en cuatro meses. ¡Está claro!