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Invitación saludable

  • 26 marzo 2020 /

    “Misericordia para la humanidad golpeada por la pandemia”, es la oración clamor del papa Francisco, quien congregó el miércoles, a través de espacios virtuales, a millones de personas para el rezo del Padrenuestro, plegaria del Maestro que une en creencia y sentimiento a los cristianos de todas las edades lenguas y naciones.

    “Rezamos por los enfermos y sus familias, por los trabajadores de la salud y los que los ayudan; por las autoridades, los organismos encargados de hacer cumplir la ley y los voluntarios”, señala el Pontífice, quien tiene un recuerdo especial para los religiosos que han entregado su vida a la asistencia de enfermos hasta ofrendar sus vidas.

    En nuestro país, con la primera víctima mortal y en crecimiento el número de casos positivos, hemos escuchado también mensajes de esperanza y palabras reconfortantes que van mucho más allá del significado material de cada vocablo. Hay en ellas fe, estímulo en el valor de la vida y en la presencia de su autor.

    En reciente homilía de la misa dominical, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez desde la situación dramática que vivimos, señaló, como hombre de fe, aquella otra dimensión de nuestra naturaleza cuya meta traspasa el correr de los días.

    “No tenemos que desesperarnos ni angustiarnos por la difusión de las noticias de ese virus, tantas personas están con miedo. No, nuestra esperanza está firmemente puesta en Dios, pero tenemos que colaborar y, por consiguiente, cuidemos la salud, cuidemos la limpieza y cuidemos la alimentación.

    Los pastores evangélicos se han sumado también en una línea similar, pues no hay otra para el creyente, para las personas religiosas cuyas manifestaciones no se quedan en palabras, pasan a acciones, pues las primeras son muertas si no hay hechos con los que dar vida a aquella fe de la que no pocos presumen, pero se halla vacía, débil y hasta inútil ante las pruebas que como la de la pandemia, nos golpea.

    Como señalan el papa Francisco y el cardenal Rodríguez, la incertidumbre y la angustia, normal en tiempos del coronavirus, hallan respuesta efectiva e inmediata en la fe que invita a la oración, pero no se queda en ella con la boca abierta como los apóstoles en el monte Tabor, sino que ilumina el compromiso y la responsabilidad, en estos momentos graves, de proteger la vida propia, de los familiares y de las personas cercanas. Por ello, como la expresión popular más arraigada, “Dios primero”, cuidémonos, alcemos la mirada y con un solo corazón recemos: “Padrenuestro que estás en los cielos…”