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A ver si aprendemos

  • 04 diciembre 2019 /

    El gerente del Sanaa ha notificado recientemente que en muchas de las colonias y barrios de Tegucigalpa el servicio de agua potable se recibirá cada quince días, que es lo mismo que dos veces al mes.

    Y esto desde diciembre hasta mayo de 2020, si es que las lluvias se presentan en ese mes, como hasta hace algunos años solía ser. De modo que, sin que se haya declarado, la capital se encuentra en una clara emergencia por la falta del líquido vital. Porque sin agua suficiente se compromete no solo el aseo personal o la preparación de los alimentos, sino el normal desenvolvimiento de la vida de la ciudad y de los que en ella viven.

    Lejos han quedado los días en los que los capitalinos recibían el servicio de agua cotidianamente o, por lo menos, un día sí y un día no.En este año por concluir, el racionamiento comenzó reduciendo el servicio a cada tres días, luego a cada cinco, después a una vez a la semana y, ahora, a dos veces al mes.

    La situación se complica porque, aunque se tenga dinero para comprar cisternas móviles o pipas de agua, que, por cierto, corren raudas y veloces por las calles de Tegucigalpa en cantidades nunca antes vistas, si el Sanaa no les provee el agua, o no habrá manera de obtenerla o procederá de fuentes de dudosa pureza.

    Lo que queda es ver si los que habitan en esta ciudad han adquirido conciencia sobre las causas de la falta de lluvias o de la obligatoria nueva relación que deben establecer con el agua.

    Esta situación debe llevar a todos los hondureños, pues todos estamos, de alguna manera, conectados con la capital a replantearse su conducta de cara al cuidado de las fuentes de agua y del uso que se debe hacer de ella. Ojalá que esta crisis nos lleve a evitar el desperdicio, al uso racional, al aprovechamiento inteligente de este recurso natural que ha dejado de ser inagotable.

    Tegucigalpa parece sumarse a otras metrópolis que, alrededor del mundo, se enfrentan con la sequía y se encuentran ante un reto de supervivencia hasta hace poco inimaginado. Y ahora, más que esperar la construcción de nuevas represas, proyecto que puede tomar décadas, hay que tratar al líquido vital con mayor respeto y consideración.