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La velocidad

  • 18 noviembre 2019 /

    Aquello de más tarde que nunca o despacio que llevo prisa lo aplica literalmente la Dirección Nacional de Viabilidad y Transporte, cuyos agentes máquina en mano practican el ordeno y mando que se halla indicado en la ruta, aunque ello sea poco menos que incomprensible por el buen estado de la carretera, por ausencia de riesgo a causa de la topografía, como puede ser una curva, cambio de rasante o porque la vía pase cercana a un centro escolar, atraviese un centro urbano o cruce con otra carretera.

    El reportaje de LA PRENSA en su edición del sábado es sumamente revelador de cómo las autoridades toman decisiones con décadas de retraso y desajustadas a las condiciones de hoy, pues, según el lenguaje oficial, Honduras presenta una estructura vial, con eje carretero del Atlántico al Pacífico, de primer orden en el istmo. Un bulevar presentado como vía segura y rápida, no como autopista, que en Honduras no disponemos de ninguna; pero sí de doble carril en ambas direcciones.

    El ejemplo más claro pero patético es la vistada, léase recta, de Yojoa, máxima velocidad 60 kilómetros, que hasta en patineta se alcanza. Pues sí, así indica el rótulo, y aunque esté libre el carril y el pesado camión haya pasado a su derecha, cuidado al adelantar porque se puede encontrar con el agente que mueve la mano para que se detenga, le enseñen una foto como evidencia irrefutable de que o no vio el aviso sobre la velocidad o se lo “comió”, lo cual es lo mismo con la consecuencia de la esquela para el pago de la multa, una de las cien que a diario “alegran” el día.

    El alto número de accidentes de tráfico, con numerosas víctimas mortales y accidentados, la mayoría de los cuales pasa a los hospitales públicos, habrá movido a las autoridades a tomar estas medidas; pero el problema se halla en los conductores que al volante pierden el concepto de responsabilidad sobre su propia vida y, sobre todo, la de los demás conductores y viajeros. La pelea en ruta por pasajeros, el adelantamiento sin suficiente visibilidad son situaciones de mayor riesgo y peligro que la velocidad. En el ámbito urbano “saltarse” un semáforo, y hay quienes se saltan todos, es un atentado directo a la vida.

    La vida primero, pero el mejoramiento de las carreteras debe proporcionar beneficios a los conductores y viajeros: seguridad y ahorro de tiempo en los desplazamientos con el uso responsable de los vehículos, eliminando aquello de “soy más grande”, a lo que habrá que añadir y “bruto”.