Una baja generalizada en el mercado bursátil como ocurrió recientemente en la Bolsa de Nueva York es la aplicación del termómetro al paciente. La sacudida fue fuerte mostrando un indicio real de que algo va mal y de que algo concluye y se inicia otro período cuyo comienzo, como siempre, será más duro para países con economías débiles, para personas con cierta edad a quienes se les veta puesto en el mercado laboral, para familias sobre las que recae no solo la supervivencia sino cargas financieras de la hipoteca de la vivienda, del préstamo para el auto, las vacaciones o las mensualidades para la educación. En el plano macro de los presupuestos nacionales la tembladera es similar, pues recesión es sinónimo de recortes en programas, no así en el ámbito de la burocracia.
El Banco Central de Honduras revisó el crecimiento económico para el 2019-2020 a la baja. Es lógico, pues “si en el norte estornudan aquí nos da gripe”. En Europa con el Brexit a la puerta, Alemania “agripada” con exigencias de eliminar la política del déficit cero y los países del Mediterráneo en franca inestabilidad, la endemia aprieta. China motor pierde velocidad. Argentina, asunto político, sigue dando tumbos. Los bonos norteamericanos asustan al invertir su curva, más interés en el corto plazo. El mercado petrolero, a la baja, otra de las señales más claras de la debilidad en el campo económico y de la ruta hacia su agravamiento.
Recesión a la vista, que no es anuncio de depresión y mucho menos repetición de aquella de la primera mitad del siglo XX calificada de “gran...” con consecuencias económicas, demográficas, sociales y políticas. La coyuntura mundial nos golpeará. De los cálculos y las proyecciones hay que pasar a la asignación austera e inteligente de los recursos y no seguir practicando: “pan para hoy, hambre para mañana”, con deudas cada día mayores y más asfixiantes.
