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Y era de noche

  • 17 abril 2019 /

Esa noche, Jesús, que sabía perfectamente todo lo que sucedería a partir de entonces, celebr? la última cena.

    La noche del primer Jueves Santo de la historia, noche de un día como hoy, fue abundante en hechos que marcaron al naciente cristianismo. Se dieron en ella por lo menos tres momentos que, además, han servido como inspiración a artistas de todos los tiempos en diferentes expresiones.

    Esa noche, Jesús, que sabía perfectamente todo lo que sucedería a partir de entonces, celebró la última cena. En ella no solo conmemoró la Pascua judía, con la que se recordaba la salida de Egipto y los sucesos que se dieron en el contexto de la liberación, sino que estableció el sacrificio definitivo que adelantaba lo que al día siguiente se daría en la cima del Calvario: su propia crucifixión y muerte. En aquel cenáculo se celebró por primera vez una misa, se instituyó la eucaristía, que, desde entonces, no ha dejado de actualizar sobre el altar de miles de templos, en los cuatro puntos cardinales, el sacrificio de nuestro Señor en la cruz.

    Durante el desarrollo de la cena, Jesús también resume en un solo mandamiento la ley de Moisés. Dice a sus íntimos reunidos alrededor de la mesa que les da un mandamiento nuevo, uno cuyo núcleo es el amor: “Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros”. Y es que si amo a mi prójimo no voy a mentirle ni a privarlo de sus bienes, ni a arrebatarle la vida, ni a convertirlo en objeto de mis bajas pasiones.

    Aquella noche, Judas también consuma su traición. Sale mientras los demás departen con su maestro y se compromete a entregarlo, a cambio de 30 monedas de plata, unos tres mil dólares actuales. Era de noche, dicen los Evangelios, cuando él abandona aquel lugar. Los significados de la frase son múltiples, no cabe duda: oscuridad física y oscuridad en su alarma.

    Una vez concluida la cena, el grupo se traslada a un huerto cercano, Getzemaní. Allí, Jesús padece la tortura psicológica más cruel que un ser humano ha sufrido, la cercana pasión lo hace temblar y sudar sangre. Entonces aparece de nuevo Judas, que lo entrega a los soldados. A partir de ese momento, el Señor es víctima de todo tipo de humillaciones y atropellos. Cuando Pilato lo presenta ante la chusma enardecida, creyendo que lo libraría de la muerte, resultaba irreconocible, no era más que un despojo que supuraba sangre de la cabeza a los pies.

    Es lo anterior lo que se recuerda cada Jueves Santo es la víspera del viernes de la redención, tiempo para meditar sobre el significado que estos hechos tienen para los cristianos y para hacer propósitos de, por lo menos, ser agradecidos con aquel que dio su vida por los hombres y las mujeres de ayer, hoy y siempre.