El paso de la misión del Fondo Monetario Internacional confirmó el comportamiento positivo de la economía nacional en los niveles macro, con consolidación de bases firmes en los altos niveles y la necesidad de participar también de la mejoría en los ámbitos de la mediana, pequeña y microeconomía, de manera que todo ello empuje con fuerza para la creación de oportunidades de empleos como el instrumento más eficaz para quebrar el cerco de la inseguridad y la violencia que atenaza las aspiraciones de los hondureños y los encadena en los niveles de supervivencia.
“El comportamiento económico fue mejor de lo esperado”, reconoce la Misión, señalando que el Producto Interno Bruto creció hasta el 4.8% con el respaldo del sector agrícola, la inversión pública y la capacidad adquisitiva proporcionada por las remesas. El señalamiento de otros factores proporciona una visión más completa con la vista puesta en la firma de un nuevo acuerdo, aunque el organismo internacional advierte que la incertidumbre por la crisis política, así como condiciones externas menos favorables influirán en los resultados de los próximos meses, cuyas proyecciones de crecimiento se ubican en 3.7%.
Como no podía faltar, hay coincidencia desde cualquier punto de visión, la corrupción sigue en el primer plano como la barrera nefasta para el desarrollo de la economía, para iniciar la andadura en el camino de la calidad de vida y para el fortalecimiento de la institucionalidad. Señalar la corrupción y la impunidad no es dejar de lado la inseguridad y la violencia, pero sí habrá que atacar de lleno para romper el círculo vicioso que afecta claramente los recursos familiares e individuales, el sustento, la salud y la educación. Este cáncer social no será erradicado de un día para otro, pero sí puede ser eliminado si no se quita el dedo de la llaga.
En el campo monetario presenta el FMI consideraciones sobre el endeudamiento bancario, tránsito hacia un tipo de cambio más flexible, marcado por el comportamiento del mercado, lo que crea renuencias en las autoridades monetarias nacionales para evitar la aceleración en la depreciación, camino a la devaluación de la moneda nacional, con reducción significativa de su capacidad adquisitiva. Asusta la devaluación pues es el más cruel de los impuestos que recae sobre los que menos tienen mediante el alza en el costo de la vida.
Hay un lenguaje, un vocabulario para los economistas, pero eso de la transparencia en el gasto público y el rendimiento de cuentas es la exigencia cotidiana de los hondureños que, no pocas veces, halla lastre en los operadores de justicia que dejan para mañana lo que se puede hacer hoy, como puerta hacia el silencio y el olvido.
“El comportamiento económico fue mejor de lo esperado”, reconoce la Misión, señalando que el Producto Interno Bruto creció hasta el 4.8% con el respaldo del sector agrícola, la inversión pública y la capacidad adquisitiva proporcionada por las remesas. El señalamiento de otros factores proporciona una visión más completa con la vista puesta en la firma de un nuevo acuerdo, aunque el organismo internacional advierte que la incertidumbre por la crisis política, así como condiciones externas menos favorables influirán en los resultados de los próximos meses, cuyas proyecciones de crecimiento se ubican en 3.7%.
Como no podía faltar, hay coincidencia desde cualquier punto de visión, la corrupción sigue en el primer plano como la barrera nefasta para el desarrollo de la economía, para iniciar la andadura en el camino de la calidad de vida y para el fortalecimiento de la institucionalidad. Señalar la corrupción y la impunidad no es dejar de lado la inseguridad y la violencia, pero sí habrá que atacar de lleno para romper el círculo vicioso que afecta claramente los recursos familiares e individuales, el sustento, la salud y la educación. Este cáncer social no será erradicado de un día para otro, pero sí puede ser eliminado si no se quita el dedo de la llaga.
En el campo monetario presenta el FMI consideraciones sobre el endeudamiento bancario, tránsito hacia un tipo de cambio más flexible, marcado por el comportamiento del mercado, lo que crea renuencias en las autoridades monetarias nacionales para evitar la aceleración en la depreciación, camino a la devaluación de la moneda nacional, con reducción significativa de su capacidad adquisitiva. Asusta la devaluación pues es el más cruel de los impuestos que recae sobre los que menos tienen mediante el alza en el costo de la vida.
Hay un lenguaje, un vocabulario para los economistas, pero eso de la transparencia en el gasto público y el rendimiento de cuentas es la exigencia cotidiana de los hondureños que, no pocas veces, halla lastre en los operadores de justicia que dejan para mañana lo que se puede hacer hoy, como puerta hacia el silencio y el olvido.
