18/04/2024
11:29 PM

El norte

  • 04 abril 2018 /

La caravana de migrantes que se dirige a la frontera sur de EEUU ha recibido la atención del mundo entero.

    La caravana de hondureños y otros centroamericanos que atraviesa México y que se dirige a la frontera sur de los Estados Unidos ha recibido la atención del mundo entero. El presidente Trump ha exigido a México que impida el avance de la nutrida columna de compatriotas y ha dicho que también Honduras debe hacer algo para detener a los que parecen decididos a ingresar a la gran nación del norte. México ha solicitado a los participantes en la marcha que la disuelvan pacíficamente, mientras que en nuestro país se procura mantener un discurso conciliador con su socio más importante, con la clara conciencia de que resulta imposible hacer volver por la fuerza a aquellos que han abandonado el país y que sueñan con rehacer su vida en una tierra que les dé mayores y mejores oportunidades de desarrollo integral.

    Lo que resulta evidente es que la emigración de hondureños a Costa Rica, México, Estados Unidos, Canadá, España o Italia difícilmente va a ser detenida mientras aquí no seamos capaces de generar el bienestar que la misma dignidad de la naturaleza humana reclama. Todas las personas aspiran a mejorar su nivel de vida, y si consideran que fuera de las fronteras patrias pueden lograrlo se marchan sin mayor reparo.

    En el caso concreto de la caravana o viacrucis que nos ocupa no puede dejarse de considerar que Estados Unidos, o cualquier país, tiene derecho a definir sus propias leyes migratorias y permitir o impedir el ingreso de personas procedentes de otras latitudes a su territorio. Nicaragua, aquí nomás en nuestro costado sur, ha implementado disposiciones para poder acceder a ella, que limitan el previamente pactado libre tránsito, con el fin de impedir el posible ingreso de miembros de maras que podrían dar al traste con su modelo de seguridad y “contaminarse” de los males del Triángulo Norte. Irresponsable sería cualquier Gobierno si no pusiera los medios necesarios para evitarle problemas de inseguridad a sus ciudadanos.

    En circunstancias como las actuales lo que causa cierta reacción afectiva es reconocer las causas que provocan la emigración y pensar que de parte de los países desarrollados hay una actitud de indiferencia ante los problemas de las naciones empobrecidas. Asimismo, se espera una respuesta solidaria ante los buenos servicios prestados o la fidelidad incondicional. Pero el mundo de la política es mucho más complejo de lo que parece a aquellos que no viven inmersos en él y que el tema migratorio se ha vuelto muy importante en la sociedad estadounidense.

    Mientras tanto no nos queda más que mantenernos a la expectativa de la suerte de nuestros compatriotas.