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Cuba sin Raúl

  • 14 marzo 2018 /

Los años no han pasado en balde y debe ceder el papel de conductor social a una nueva generación de cubanos.

    Desde antes que falleciera Fidel Castro, debido a las grandes limitaciones físicas que padeció en los últimos años, su hermano Raúl había tomado las riendas del régimen cubano. El relevo entre hermanos no contrajo consecuencias notables en la concepción de estado comunista que el partido único ha impuesto en la isla desde que se hiciera con el poder una vez derrocado el dictador Batista. Se dieron tímidas reformas económicas y se mejoró levemente el acceso de la población a cierta tecnología, aparatos celulares, para el caso; pero el Gobierno centralizado y omnipresente en todas las esferas de la vida personal y social se ha mantenido sin recorte alguno.

    Ahora le ha tocado el turno a Raúl. Los años no han pasado en balde y debe ceder el papel de conductor social a una nueva generación de cubanos que han crecido en un ambiente en el que el Partido Comunista continúa siendo el único, que no ha sabido lo que es la libertad de prensa o movilización y en el que a la palabra democracia se le ha dado una carga semántica muy común en los regímenes totalitarios, pero totalmente diversa a como se entiende en el resto del mundo.

    Todo parece indicar que el retiro de Raúl Castro de la vida política pública de Cuba no contraerá ningún cambio. Para asegurar la pervivencia del comunismo a la cubana solo han participado en las “elecciones” miembros del Partido, de modo que solo se hará un cambio de rostros, pero no de voluntades.

    El pasado primero de enero se cumplieron cincuenta y nueve años de la caída de Batista y la llegada al poder de los hermanos Castro. Desde entonces, Cuba ha perseverado en un sistema que solo ha logrado sostenerse gracias, primero, al apoyo económico de la antigua Unión Soviética y, después, a los ingresos que obtiene gracias al turismo que llega de Europa y a la gasolina que casi les regala Venezuela. Claro, también han jugado un papel fundamental unas fuerzas armadas adictas al régimen y sumamente represivas, más una permanente campaña mediática que busca convencer a la población que el Gobierno busca su bienestar y que si este no se ha logrado es por culpa de los Estados Unidos.

    Estando así las cosas, no hay que esperar cambios en Cuba. Una tan ansiada apertura verdaderamente democrática sigue siendo un sueño; un auténtico respeto a la libertad de las conciencias también. Así que, las tan cacareadas “elecciones” no son más que un paso más para la consolidación de un régimen que sigue conculcando los derechos humanos más elementales a su gente, ante vista y paciencia casi del mundo entero.