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Venezuela

  • 19 mayo 2017 /

    Desde España hasta Washington y en la OEA o la ONU, como fantasmas, afloran los enemigos mientras son ya más de cuarenta las víctimas de la represión, los saqueos se multiplican y se agrava la escasez de alimentos, a lo que se responde con el discurso demagogo que identifica, como es habitual en la izquierda, las causas y personas externas, aflorando el nacionalismo trasnochado, y se incrementa la represión con el fortalecimiento del estamento militar para encauzarlo en una doble misión: contra la oposición y sostén de la dictadura.

    Este es escenario de Venezuela, el país sudamericano que a lo largo de su historia estuvo codo a codo con los pioneros y las potencias continentales. La dictadura, arropada por la oleada populista en el sur, sembró ilusiones, dilapidó los recursos del gran país petrolero, cercó aún más su monoeconomía por una bonanza que estrepitosamente se derrumbó y vuela aún muy bajo, lo que limitó los recursos para la mayoría de la población, no así para la élite chavista, que se aferra a un clavo ardiendo aunque sean ya más de cuarenta las víctimas mortales de la represión, el sistema de salud se halla profundamente cuarteado con peligro de colapso, el hambre se evidencia en la búsqueda de comida en los deperdicios, la escasez es tal y los precios tan altos que como ola se extienden los saqueos por todo el país.

    La inquietud no solo interna, sino internacional, es hasta dónde llegará la represión para sostener la dictadura, hasta dónde llegará la beligerancia de la oposición y cuándo y cuánto será capaz de reaccionar la comunidad internacional y los países iberoamericanos. La reciente reunión del Consejo de Seguridad fue un primer paso que puede dar alas a la vía de la diplomacia internacional no solo para presionar al gobierno de Maduro, enviar un mensaje de respaldo a la oposición, sino lograr abrir la vía electoral a la que se opone el chavismo, utilizando, incluso, a supuestos negociadores internacionales como el delegado del Vaticano o el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, cuyas intervenciones fueron fracaso con “c” de colusión a favor de la administración Maduro.

    La OEA, que con Miguel Insulza ni vio ni oyó ni habló, ha recuperado su responsabilidad regional, aunque la respuesta dada por Caracas no sorprendió, pero sí fue diametralmente opuesta a aquellos tiempos en que el Gobierno venezolano impulsó, en la reunión de San Pedro Sula, el regreso de Cuba al organismo o cuando Maduro atentamente observaba los acontecimiento en la frontera nica. Era la OEA que gustaba a aquellos Gobiernos de los que solo uno, Nicaragua, votó en contra de la reunión de canciller el próximo 31 de mayo. Duele Venezuela...