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Más allá del docente

  • 20 diciembre 2014 /

El Estado y la sociedad deben invertir, sin dilación, en los factores que determinan la calidad. No obstante, hay dos aspectos acerca de los cuales es necesario reflexionar en el contexto de la calidad de la educación y que reclaman estrategias complementarias.

En primer lugar, el uso de las tecnologías de la información (TI) está cambiando las formas antiguas de educar. No es lo mismo enseñar en el siglo XX que a los nativos digitales, los jóvenes de hoy.

Las formas tradicionales de enseñanza (el profesor que todo lo sabe, que “imparte” y valida el conocimiento) están siendo sustituidas por nuevos modelos en los que el trabajo en colaboración, el acceso a fuentes de información disponibles en internet, incluyendo la posibilidad de tomar cursos de primera calidad (también hay basura) se abren campo en naciones en las que la calidad de la educación es prioritaria.

Las llamadas competencias digitales no se refieren al manejo de los computadores y dispositivos, ni de software. Tienen que ver con la capacidad de buscar, clasificar e interpretar información.

Al realizar una tarea, un estudiante pregunta a Google y el buscador le responde con miles de respuestas. ¿Qué hacer?

Los maestros deben cumplir hoy el papel de facilitadores y orientadores en un mundo inundado de información. Nadie debe confundirse: el uso de computadores e internet no sustituye la capacidad de leer, de entender lo leído y de escribir. Las TI son, aunque poderosas, simples herramientas.

El segundo aspecto se refiere a lo que el autor Paul Tough (Cómo triunfan los niños, 2012) considera son condiciones para el éxito en el aprendizaje. Tough es crítico en relación con atribuirles a las destrezas cognitivas, exclusivamente, el papel determinante en el éxito escolar.

Disciplina, persistencia, autocontrol, curiosidad, confianza en sí mismos y conciencia son aspectos determinantes. Los hogares desempeñan un papel de primera línea en imprimir capacidades de resiliencia, motivación y optimismo en los niños. El reto es titánico. (El Espectador de Colombia)