25/04/2024
02:29 AM

Imitando a los maestros

Repitiendo sus pasos

Un discípulo que amaba y admiraba a su maestro, decidió observarlo hasta en los más mínimos detalles, suponiendo que al repetir sus movimientos y actitudes, lograría adquirir su misma sabiduría.

El maestro sólo usaba ropas blancas, y el discípulo empezó a vestirse de la misma manera.

El maestro era vegetariano, con lo que el discípulo dejó de comer todo tipo de carne, sustituyéndola en su alimentación por hierbas variadas.

El maestro era un hombre austero, por lo que el discípulo se dispuso a dormir de ahí en adelante en una cama de paja.

Después de algún tiempo, el maestro notó el cambio de comportamiento de su discípulo, y fue a ver lo que estaba ocurriendo.

-Estoy subiendo los peldaños de la iniciación –fue la respuesta --. El blanco de mi ropa muestra la simplicidad de la búsqueda, la alimentación vegetariana purifica mi cuerpo, y la falta de comodidades permite que me concentre apenas en los asuntos del espíritu.

Sonriendo, el maestro lo condujo hasta un campo en el que pastaba un caballo.

-Has estado todo este tiempo mirando sólo hacia fuera, cuando eso es lo que menos importa – dijo.

-¿Estás viendo aquel animal de ahí? -continuó- Tiene la piel blanca, come sólo hierbas, y duerme en un granero sobre la paja del suelo. ¿A ti te parece que tiene cara de santo, o que un día llegará a ser un verdadero maestro?

Algo falta todavía

El maestro yogui Paltrul Rinpoché oyó hablar de un ermitaño con fama de santo que vivía en la montaña. Y fue a buscarlo.

-¿De dónde viene usted? –preguntó el ermitaño.

-Vengo de la dirección que apunta mi espalda, y voy hacia donde está orientado mi rostro. Un sabio debería saber estas cosas.

-Esa es una respuesta estúpida con pretensiones filosóficas.

-Y usted, ¿a qué dedica su tiempo?

-Hace veinte años que medito sobre la perfección de la paciencia. Estoy cerca de que me consideren santo.

-La gente ya lo toma por uno. ¡Usted consiguió engañar a todo el mundo!

Furioso, el ermitaño se levantó:

-¿Cómo se atreve a perturbar a un hombre que busca la santidad?- gritó.

-Aún le falta mucho para llegar a eso. Si una pequeña broma le hace perder la paciencia que tanto persigue, ¡estos veinte años fueron una completa pérdida de tiempo!