25/04/2024
02:29 AM

Emigrar, una gran decisión

Redacción.

Monseñor Emiliani, le quiero decir que mi familia ya está cansada de vivir y trabajar en el campo. Vivimos en una pequeña aldea donde no tenemos agua potable permanente y estamos esperando que nos pongan la luz eléctrica. No es fácil trabajar esta tierra, ya que después de limpiarla y sembrar, si no es la peste de ratones que llegan, son las lluvias torrenciales y las sequías las que nos destrozan las cosechas. Cuando logramos sacar algo del producto por esos caminos infames que se llenan de lodo, los intermediarios nos pagan muy poco.

Los niños tienen que ir a la escuela arriesgando la vida, pues cruzan el río en el invierno por un puente que no es seguro. No tenemos muchas veces cómo darles una alimentación adecuada a los niños.

Yo vivo preocupado y frustrado. Mi tentación es irme a la ciudad. Yo ya había estado antes y pude acabar la primaria y hacer unos cursos de cooperativismo, pero volví al campo porque eso es lo que me gusta y además por una buena cantidad de tierra que al morir nos dejó mi papá. Pero no hemos podido hacer mucho. Los insumos son caros y los precios por la venta de nuestros productos son injustos. Intentamos hacer una cooperativa con personas de pueblos vecinos y no nos hemos puesto nunca de acuerdo. Somos un grupo de campesinos que hemos estado motivados y hemos tenido cuatro intentos de fundar la organización, pero la gente no responde, porque dicen que no creen después de tantos engaños y fracasos.

La tentación es vender todo y correr a la ciudad. Somos cinco hermanos, dos de ellos con mujer e hijos, y mi mamá. Yo no soy el mayor, pero me hacen bastante caso. Aunque les he dicho que tengan paciencia, ya no aguanto más.

Estimado hermano. La ciudad atrae mucho porque tiene los servicios básicos de agua, luz, salud y educación. El empleo garantiza un salario seguro, no importa las inclemencias del tiempo. Se tienen centros de diversión y además se conoce a mucha gente. Pero le pido atienda a esto: “No todo lo que brilla es oro”. El éxodo del mundo rural a nuestras ciudades en América Latina ha sido tan grande que los centros urbanos no se dan abasto para poder responder a las necesidades de tanta gente.

Por otro lado, muchas personas vienen sin la preparación adecuada y, si consiguen empleo, serán siempre los peones de otros y con sueldos muy bajos. Se da un proceso de despersonalización porque se rompen vínculos familiares, amistades y costumbres sanas de nuestros pueblos, ya que los inmigrantes son absorbidos por una cultura urbana consumista, superficial y hedonista.

Además, la pobreza, la violencia, el consumo de licor y drogas crecen en nuestras grandes ciudades. La inseguridad impera en muchas partes y la gente vive con mucho estrés. En la ciudad se vive de manera muy acelerada y con mucha más tensión que en el campo.

Mire hermano, piénselo bien por favor, analice los pro y contras de cada una de las alternativas. Nadie le puede prohibir ir a la ciudad con su familia. Pero le puedo decir que se vive de manera más humana en el campo. Que tanto las buenas costumbres, la paz y las relaciones interpersonales se cultivan de manera más natural en el mundo rural. Comprendo que los problemas son muchos ahora, puesto que pareciera que hubiera una política de abandono del mundo agrícola por parte de nuestros gobiernos. Hay una gran crisis en muchos países de América Latina porque no se está apoyando al mundo campesino con los insumos adecuados.

¡Qué caro cuesta todo en el campo! Desde la gasolina que mueve el tractor, como la semilla y los abonos, el transporte de los productos a los mercados y el mantener los caminos de penetración en buen estado. Es cuestión de seguir insistiendo en que hagan su cooperativa y al Gobierno exigirle los apoye abaratando los insumos. Buscar ayuda con organismos internacionales que ayudan al mundo campesino y otras alianzas que puedan hacer a nivel nacional.

Ahora, una decisión tan importante se hace pidiendo iluminación al Espíritu Santo, invocando en la oración su presencia, pidiendo paz y el don de discernimiento. Si esto hiciéramos siempre al decidir cosas de trascendencia, nos equivocaríamos menos. Emigrar es un derecho, sin embargo, implica muchos riesgos que hay que sopesar. Es un cambio muy grande en la vida. Bueno hermano, Dios lo bendiga y lo ilumine en su decisión. No olvide que con Él, usted es invencible.