16/04/2024
12:06 AM

Una vez silenciados los tambores

Redacción.

Como los sitios de diversión sana no abundan en Tegucigalpa, muchas familias esperan septiembre con ilusión para asistir a los desfiles y gozar del espectáculo gratuito que las bandas escolares y las palillonas y porristas suelen brindar en estos días. Así, a pesar del gasto de los padres de familia, del tráfico infernal que se genera en las calles aledañas a este tipo de actividades y de las toneladas de basura que los empleados municipales se ven luego obligados a recoger, miles de capitalinos, y también los habitantes de otras ciudades que tienen sus respectivas celebraciones, disfrutan de algo que desde hace décadas forma parte indispensable de los honores que se le tributan a la Patria en este mes.

Luego de horas y días enteros de ensayos, de manos enrojecidas y callosas, de sudores y desmayos, los integrantes de bandas y pelotones, una vez silenciados los tambores, pueden descansar y dedicarse, de nuevo, a los estudios. La música, las marchas, las coreografías y los trajes llenos de luces, son, de alguna manera, otros espacios pedagógicos iguales que el aula o el laboratorio. De ahí que no pienso que deba hablarse de tiempo perdido durante las prácticas o el desarrollo de los desfiles. Sin embargo, sobre lo que habría que reflexionar es sobre lo que quedó en los muchachos ahora que han debido guardar, hasta el año que viene, instrumentos, baquetas, bastones, capas y birretes.

Como con tantas otras cosas, lo que habría que evitar es que el amor por Honduras sea algo puramente epidérmico, superficial, pasajero. Porque es válido sudar por el país durante los ensayos y los desfiles, pero todo pierde sentido si el patriotismo se queda en estos niveles y no se profundiza en la necesidad de mantenerse sudorosos, repito, a lo largo de todo el año, ya no a causa de los tambores sino del estudio, del trabajo esforzado, serio y perseverante.

Y sobre esto no solo tienen que reflexionar los estudiantes; todos, cada uno de los hondureños tenemos el imponente compromiso de sacar adelante a un país que tiene décadas de rezago, de poner todos los medios para que esta tierra nos sustente de tal manera que nadie se avergüence de ella y ninguno quiera salir huyendo como si estuviera maldita.

Honduras no es un ente inaprehensible; Honduras somos cada uno de nosotros. Si el país no funciona es porque nosotros no funcionamos, si la Patria está postrada es porque así la tenemos.

Ahora que se han silenciado los tambores nos toca sudar más que ya lo han hecho los muchachos que han sacado de ellos hermosos ritmos marciales.