24/04/2024
09:36 PM

¿Ejecutan a niña?

San Pedro Sula, Honduras.

“La tormenta tropical número 37 que cruza por el territorio nacional provocó más daños. Anoche fue crítico para los ciudadanos. Muchos hondureños fueron sorprendidos por las lluvias, las que dejaron severos daños”, se leía en un medio de comunicación. Se nota el descontrolado manejo del adjetivo “severo” del hablante que expuso esta información. Un daño es malo por sí mismo.

Mi profesora de segundo grado era severa, es decir, rigurosa, áspera y muy dura en el trato. Los norteamericanos son muy rígidos en la observancia de sus leyes, son severos. El calor que sufren los migrantes ilegales que cruzan el desierto de Arizona es de temperaturas extremas, son calores severos. En conclusión, severo no es sinónimo de grave, por consiguiente, hay daños grandes, pequeños, terribles, graves; pero no “daños severos”.

Toda lengua depende del convencionalismo social, son los hablantes los que crean palabras para nombrar realidades, y como todo, estos signos van experimentando cambios y en algún momento esas mutaciones son tan radicales que se tiene el significado, pero no el significante original; o bien, se dan casos en que las palabras desaparecen porque su concepto dejó de existir (astrolabio, instrumento para ver los astros, que ya nadie conoce.

Dobla, moneda antigua de oro equivalente a diez pesos, que hace algunos siglos desapareció). También los regionalismos tienden a ser absorbidos por palabras “más elegantes”; por ejemplo, antes se concebía la idea de pavo como ese animal precioso, de plumas tornasol, ahora ya muy poca gente pide jolotes (el pavo doméstico en Honduras) en el supermercado, preguntamos por los pavos. Y si nos referimos a los regionalismos, en el lenguaje coloquial estos se imponen sobre la lengua culta: “Con chamba vivís mejor” se llama un programa populista de trabajo del Gobierno de Honduras.

La jerga policial -y por absorción de la militar- tiene un verbillo de uso “único” y que los reporteros que cubren esas fuentes tienden a considera tal palabreja como correcta sabiendo que se trata de algo inventado por un microuniverso de hablantes: “percutar”. La munición de un arma de fuego se dispara, no se “percuta”.

Es cierto que una pistola o cualquier arma de fuego trae un percutor o percusor, que es la pieza que produce el disparo al incidir sobre la cápsula fulminante. “Percutar” es hermano uterino de “aperturar”, ambas bobadas verbales no tienen silla en la sala del idioma español.

No obstante, sí está el verbo “percutir”: dar repetidos golpes, golpear: “Se percute un tambor”; pero de ninguna manera percutir es sinónimo de disparar. Un diario de San Pedro Sula anunció este lunes 21 de agosto en un cartel: “Mareros ejecutaron a una niña”, acaso este medio de comunicación no tenga correctores de estilo, pues quien preparó esa frase no se da cuenta que los mareros, terroristas, narcos o cualquier criminal no ejecutan, ellos matan o asesinan. Solo los jueces de una corte pueden mandar a ejecutar a un reo condenado a tan cruel pena.

Es cierto que se habla de “ejecuciones extrajudiciales cuando un cuerpo represivo agarra a cualquier delincuente, ya sea supuesto o confeso, y luego le quita la vida; pero esta es una pedantería léxica que desafía al lenguaje meramente jurídico.