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La segunda (y última) guerra civil (1837-40) destruyo no solo los avances de la década de paz federal, sino también los restos del comercio e instituciones coloniales.
Al declarar la independencia absoluta, las condiciones de un país sin educación, identidad, poco poblado, y con escasa infraestructura eran extraordinariamente malas para construir una nacionalidad.
Pero esta se fue logrando. Estudiando la historia del siglo XIX, aunque acompañada de espantosa violencia civil, se ve el progreso en ir construyendo gradualmente un sentido de país. Derrotando el filibusterismo, resistiendo pretensiones anexionistas, comenzando a construir un sistema de educación pública.
Adicionalmente, la agricultura (banano, principalmente) y la minería tuvieron un crecimiento enorme, desarrollándose el país como imán de inmigrantes de todo el mundo (la única prueba real de la imagen de una tierra prometedora).
Para 1921, al cumplirse nuestro primer siglo de independencia, los logros del siglo anterior fueron considerables. En términos relativos, el nivel inicial de atraso (que era excepcional) se había revertido en algunas áreas.
En la producción minera y agrícola este país tenia dos sectores robustos de crecimiento. Si bien la violencia civil no había terminado (faltaba la guerra civil de 1924, la más destructiva y sanguinaria de todas), la conciencia del respeto a la ley iba avanzando.