Cuando creímos haberlo visto todo, el estado fallido se asegura que volvamos a asombrarnos ante la atroz corrupción que supura desde los poros oscuros de la impunidad.
En esta oportunidad nos presenta el acto de la compra de trocas (como expresan los hondureños) de lujo para las fuerzas de seguridad y para los altos mandos, vaya forma tan equivocada de administrar los pírricos recursos públicos. Mientras los hospitales se abarrotan con enfermos de covid-19 y los médicos se las arreglan sin suficientes vacunas, sin pagos y en completo abandono, presenciamos ahora el truco de magia que muestra un nuevo atraco a un pueblo adormecido que ya no tiene fuerzas para levantar la voz.
La Conferencia Episcopal de Honduras en una muestra de alto sentido de conciencia social señala que las políticas de Estado son deficientes y frustrantes. Es patético que una de las estrellas de las esferas gubernamentales sin el menor empacho se atrevió a decir que “la gente en las próximas elecciones no va a votar por la cantidad de muertos, sino por cuánto tiene en la bolsa”.
Así ven al pueblo, como un botín a repartirse para sus intereses oscuros, con sus trocas siguen haciendo trucos para meter el acelerador en los atracos que con tanta impunidad realizan. Es alarmante observar un horizonte oscuro cual nubarrones que acechan anunciando tormentas de crisis políticas, sociales y económicas.
En los últimos años han aumentado de manera exponencial: los índices de pobreza extrema, de desempleo, corrupción gubernamental, niveles de migración irregular hacia tierras del norte, en fin, nos dirigimos al atolladero del cual será muy difícil salir, si no a través de la institucionalidad que solo brinda un verdadero Estado de derecho. Abra los ojos y observe de manera cauta y objetiva quienes han despedazado el país en la última década y no les brinde otra oportunidad: de seguir la misma ruta será irreversible la senda hacia el ostracismo y el abandono.
