25/04/2024
04:38 PM

Proporción inversa

Jibsam Melgares

En 1798 salió al mercado un juego de mesa llamado “El nuevo juego de la vida”. Lo ganaba quien, en el transcurrir de la partida, iba escogiendo las virtudes en lugar de los vicios. Sus creadores decían del juego: “La vida es un viaje que comienza al nacer y concluye con la muerte. Dios está al volante… y su premio se encuentra más allá de la tumba”.

En 1860, Milton Bradley se inspiró en este juego y creó uno parecido llamado “El juego de la vida”. En él, el camino rápido incluía valores como la honestidad y la valentía. El camino lento, por su parte, pereza y vergüenza. Obtenía el éxito el que desarrollaba el valor de la perseverancia. Bradley dijo de su creación: “Este es un juego moral que anima a los niños a vivir vidas ejemplares”.

En 1960 la compañía Milton Bradley presentó una nueva versión del juego donde el tema de los valores y los vicios había desaparecido. Ahora el objetivo era conseguir la mayor cantidad de dinero posible, bienes materiales y una familia. En la versión de 1990, aunque se trató de no dar tanto énfasis al dinero, la familia se eliminó.

Ganaba el que tuviera más premios por cuidar animales. Para la versión de 2011 los jugadores podrían ser premiados prácticamente por cualquier cosa que hicieran. El objetivo ahora era hacer lo que fuera necesario para jubilarse con estilo.

Como puede notar, estimado lector, la evolución de un juego de mesa refleja un mal que ha venido aquejando a las sociedades humanas de los últimos tiempos. Se han permutado los valores por los antivalores. Imagine que existen videojuegos donde el jugador gana puntos por ¡matar, mentir o robar! El desarrollo científico y técnico ha sido inversamente proporcional al desarrollo moral y espiritual.

Hoy se venera el materialismo, el placer egoísta, la violencia, el vicio y lo vulgar. ¿Y qué hemos ganado con todo esto? Nuestras sociedades están fracturadas, al borde de la autodestrucción. ¿Existe esperanza? La hay si volvemos a los valores, si nos volvemos a Dios.