Afecta nuestras decisiones, conducta y relaciones; la culpa tiene mil caras y cada quien la vive a su manera. Lo único que nos libra es asumir, rectificar con responsabilidad la cual nos lleva a aceptar tal como somos reconociendo las debilidades, limitaciones y defectos. Vivimos en un mundo de sospecha, malicia, crítica, juicios y prejuicios sin imaginar que estamos en un mundo de aprendizaje llamado vida y que el único error es no aprender de los errores. Es tiempo de dejar y echar culpas; basta ya, es darse la oportunidad de perdonar y aceptar que nadie es perfecto, cuando ocurren desgracias, acontecimientos trágicos siempre se busca en quien proyectar y penalizar el error.
La depresión es demasiado recordar el pasado, el estrés llorar por su presente y la ansiedad no confiar en su futuro. Así como el dolor físico nos impulsa a descubrir lo que está mal, el dolor espiritual de la culpabilidad nos lleva a buscar el perdón. El Señor no solo libera de toda culpa y condenación. No permita sentirse más indigno o tome actitudes compulsivas, o falsa humildad.
“Y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”. Isaías 6:7 RVR60. La condenación viene de afuera la convicción de adentro producida por Dios