24/04/2024
09:49 PM

La esencia humana amenazada

Francisco Gómez Villela

En años recientes son muchas las voces y publicaciones que dicen que los libros de autoayuda no sirven. Que representan una moda pasajera que van y vienen cada temporada, ofreciendo cielo y tierra, modificar tu vida, fabricarte la figura ideal y ganarte la admiración y estima de quienes te rodean.

Lo mismo sucede con algunas técnicas que buscan la autorregulación de la mente como la meditación. Un estudio de 2019 muestra que al menos el 25% de los meditadores habituales han experimentado eventos adversos, desde ataques de pánico y depresión hasta una inquietante sensación de “disociación”.

Existe una tendencia a desestimar y abolir aquellas actividades o enseñanzas que tienen por objeto la búsqueda de la paz interna y la armonía con el entorno. Que minimizan los alcances de estas conductas tildándolas de fraudulentas y dolosas. Es como una cacería de brujas moderna.

Sembramos la duda por donde quiera que pasamos y ponemos los ojos. Somos como una máquina podadora cortando todo al ras.

Las religiones son los mejores ejemplos de esta persecución tenaz. Estamos eliminando de los humanos los últimos vestigios de bondad que podrían quedar.

Materialismo, hedonismo, inmoralidad desmedida, negación de lo esotérico, inteligencia artificial. Cada vez estamos más cerca de la época de la barbarie.
Estamos reviviendo el pasado.

El ser humano necesita su espiritualidad. Necesita buscar dentro de sí los medios para crecer internamente, su santuario interior. Eso forma parte de sus sueños y deseos que a la larga se transformarán en metas y resultados. Pero toda aspiración debe basarse en la forma correcta y adecuada del ser, en el bienestar personal y de su círculo de influencia. Las aspiraciones puramente materiales no traen ningún tipo de beneficio a la vida del planeta.

La nueva normalidad trae implícito el desdén por la formas correctas. No podemos permitir que la persecución de la lógica y la eficiencia destruya lo bueno, la compasión, la solidaridad que ha caracterizado esta civilización. Esta humanidad está basada en la inherente verdad de que somos buenos y que necesitamos creer que existe un orden universal que se arraiga en el amor de un Creador.

No podemos desestimar la búsqueda de la verdad interior y la espiritualidad porque esos valores son los que nos mantienen vivos a estas alturas de la historia. Si no fuera así hace mucho tiempo este planeta hubiera dejado de existir.

Estas nuevas formas de pensamiento exaltan la mente (raciocinio) por encima de la naturaleza básica espiritual del hombre.

Y eso es una forma de deshumanización que no podemos aceptar.