19/04/2024
12:32 AM

Salvaguardas

Con mucha tristeza recibimos los comunicados de prensa donde se confirmaba que el desaparecido autor Ravi Zacharias, uno de los más reconocidos apologistas cristianos de nuestro tiempo, estuvo envuelto en comportamiento sexual inapropiado.

Jibsam Melgares

Con mucha tristeza recibimos los comunicados de prensa donde se confirmaba que el desaparecido autor Ravi Zacharias, uno de los más reconocidos apologistas cristianos de nuestro tiempo, estuvo envuelto en comportamiento sexual inapropiado. No es mi intención juzgarlo, puesto que como bien decía el apóstol Pablo: “Nadie se sienta seguro de que no va a pecar, pues puede ser el primero en hacerlo” (1 Corintios 10:12 TLA).

Más bien, mi motivación al escribir estas líneas es reflexionar en la necesidad imperiosa de que el líder establezca salvaguardas personales que le sirvan de contención para no caer en errores como en el que incurrió Zacharias, los cuales se han repetido muchas veces en la historia de la Iglesia y, en general, en la historia de la humanidad.


Solo quiero mencionar un par de asuntos. Primero, ningún líder debe tener el control absoluto de la organización porque, como bien menciona Henry Cloud, “mientras más alto llega una persona en el liderazgo, menos fuerzas externas actúan sobre ella y le dictan su enfoque y dirección. En lugar de esto, es el mismo líder quien dirige su propio camino y decisiones”. Un líder sabio, entonces, permite que se establezcan sistemas de fiscalización y evaluación que faciliten la auditoría de todos los procesos y personas de la organización, incluido él mismo. Un buen líder siempre tendrá un grupo de personas al cual rendirle cuentas.


Segundo, ninguna persona está vacunada contra la posibilidad de incurrir en pecado, por más madurez o conocimiento que posea. Y esto es particularmente relevante en el caso del líder, ya que toda posición de liderazgo conlleva fuertes tentaciones, tales como el abuso de poder y el deseo de sacar ventaja de la posición que se ostenta, por eso es necesario que el líder sea consciente de su propia pecaminosidad y se cuide de sí mismo.

Debe autolimitarse evitando situaciones comprometedoras y tratar, a su vez, de fomentar aquello que le ayude a crecer en convicción, virtud y en buen ejemplo. Sin salvaguardas, el líder se estrellará como un carro que se ha quedado sin frenos en una bajada.