25/04/2024
01:11 PM

Reforma de las universidades

Juan Ramón Martínez

Honduras tiene más de 20 universidades. Algunas muy exitosas como prácticas comerciales. Otras más discretas, interesadas en la formación cristiana, que nadie ha evaluado. Pero lo que me llama la atención, en lo personal, es su silencio frente a los retos que enfrenta el país.

Ni la Unah, la más grande, que consume la más elevada cantidad de recursos nacionales, y que tiene en sus campus a los más talentosos hondureños, ha dejado para la posteridad, una propuesta de reconstrucción del país. Porque hay que reconocer que desde marzo de 2020 el país cambió.

Y posiblemente nunca volverá a ser lo que fue. Tanto por los daños materiales recibidos como por la cómoda complacencia de las mayorías que, en defensa de su salud y en la administración de sus miedos a perder su falsa inmortalidad, que, en vez de preocuparse por diseñar un nuevo país, con una población de mentalidad diferente y desarrollar nuevas actitudes relevantes para enfrentar los retos, se han quedado encerrados en sus casas, mascando el freno dulce de la indolencia. O haciéndose los chistosos, inventando memes. O haciendo preguntas y comentarios bobos, de los cuales se reiría el propio Melquiades, el personaje de Cien Años de Soledad.

Alemania, por efecto de la dominación de Napoleón Bonaparte enfrentó una situación similar a la que atravesamos actualmente. Pero ellos, bajo el liderazgo de Humboldt, descubrieron que para reconstruir y unificar su país, dividido en múltiple mini “estados”, era necesario que en vez de empezar por la educación primaria, era necesario refundar las universidades.
Igual que nosotros ahora, habían confrontado la violencia de la guerra.

Con una diferencia, que les había dejado un sabor amargo la presencia de Bonaparte en sus vidas e instituciones; y deseaban aprender de los dolores y prepararse para los retos del futuro. Por ello, sabiendo que apenas tenían una sola universidad de prestigio, la de Gotinga, Humboldt propuso que en vez de colegios para formar clérigos, abogados y funcionarios públicos, las universidades se orientaran a la investigación. Y al establecer grados – el más importante, el de doctor, que para serlo había desarrollado una idea nueva y original – como exigencia para ejercer la enseñanza.

Y además de la disciplina, cada docente debía destacarse por sus investigaciones por sus contribuciones a hacer de Alemania una mejor nación que no fuera ofendida por las tropas y los cascos de los caballos de ningún invasor en el futuro. Lo que ocurrió después es tema de otro artículo.

Me interesa plantear la necesidad para hacer una revisión de las universidades públicas y privadas. Orientando a sus docentes, más allá del parloteo de ideas anticuadas que además, se encuentran en los celulares, se transformen en investigadores para transformar las realidades negativas; y para aprovechar las oportunidades que Dios nos ha deparado. Y, usando sus conocimientos y habilidades motivadoras, le entreguen a la sociedad, no hambrientos empleados públicos, sino que empresarios dispuestos a jugársela, no solo para el gozo de la riqueza, sino para hacer brillar el orgullo de la libertad y el cumplimiento de sus obligaciones con su país y con su pueblo. Hay que reformar el sistema universitario de raíz.

Buscando líderes que pensando en Honduras, no pidan para actuar, permiso a los líderes políticos, la mayoría de los cuales son responsables del atraso y la pobreza que estamos sufriendo. Tan inútiles que somos incapaces de comprar las vacunas con las cuales, inmunizar a los ciudadanos y darles electricidad a las escuelas para que los más pobres compatriotas se acerquen al internet.

Con Armando Euceda y con Mario Canahuati hemos hablado de esto. Y buscaremos qué hacer pronto.