19/04/2024
06:50 PM

Un solo corazón y una sola alma

Roger Martínez

Lo digo una vez más: las crisis sacan lo mejor o lo peor de nosotros. Ante el dolor podemos volvernos duros, cerrados, indiferentes, más egoístas que nunca; o bien, tornarnos empáticos, generosos, solidarios.

Y, en esta ocasión, por lo que he podido ver, ha sucedido lo segundo. Como nunca antes había visto, la tragedia provocada por Eta nos ha removido a todos. No recuerdo haber sido testigo, en mi vida entera, de tanta preocupación, tanto vivir en carne propia el mal que ha aquejado a los demás. El país ha palpitado con un solo corazón, y una sola alma; cor unum et anima un, dirían los latinos.

He encontrado en el supermercado a conocidos comprando alimentos y artículos de primera necesidad, no para ellos sino para llevar a los centros de acopio en Tegucigalpa; el cura de la parroquia a la que acostumbramos asistir mi familia y yo ha sido insistente: “Ejercitemos la caridad; no seamos cristianos de palabras largas y obras cortas; el prójimo nos necesita, salgamos a su encuentro”.

Creo, estoy seguro, que en esta ocasión nadie ha permanecido metido en su propia comodidad ni ha vuelto la vista hacia otro lado.

Ojalá que todo este movimiento solidario permanezca, y que una vez que las aguas hayan vuelto a su nivel y la situación haya recuperado la normalidad que la pandemia permita,no desaparezca ni se diluya ese sentimiento de fraternidad que se ha palpado en estos días. Porque, habitualmente, vivimos de espaldas al otro y no lo reconocemos como hermano.

Hace años escribí que este era dos países en uno; hoy se diría, el de allá y el de acá…En esta ocasión, sin embargo, las brechas se han cerrado; la Honduras de acá y la Honduras de allá se han visto a la cara y se han reconocido como una sola. Y este es el espíritu que debería prevalecer siempre.

El espíritu que hace un lado la división, las diferencias, y cae en cuenta que en las alegrías y en las desgracias debemos permanecer unidos; el espíritu que nos hace ver que no somos islas, que tenemos una patria en común, y que entre todos la sacaremos adelante. Pero no solo cuando un fenómeno natural nos muestra nuestra precariedad, nuestra fragilidad, sino todos los días, todos los meses del año.

Solo Dios sabe qué nos depara después de Eta, en cuanto al clima y sus condiciones. Pero nosotros sí deberíamos saber que nos necesitamos los unos a los otros y que desunidos no llegaremos a ningún lado.