La emigración tiene origen similar a la urbanización. Cuando hay una explosión demográfica, estas cohortes numerosas al llegar a adultas buscan un escape más lejano. Con posibilidades materiales más abundantes y horizontes mentales más amplios, la emigración crece de manera acelerada. Esto lo vemos en México (que tiene patrones demográficos unos 25 años más avanzados que los nuestros), donde entre 1970 y 2010 salieron decenas de millones de personas. Igualmente, las oleadas de migración de Europa antes de la Primera Guerra Mundial correspondían a este ciclo.
Afortunadamente, el crecimiento en la población joven tiene ventajas que pueden compensar los costos de integración y control.
La urbanización permite educar y dar servicios a las personas más fácilmente, y nos hace más competitivos para las actividades económicas que requieran concentración de personas. La emigración nos fortalece económicamente, y el retorno de una parte de los que han salido nos trae conocimiento y habilidades nuevas.
Este es un fenómeno transitorio, pero medible y lógico. Al irse estabilizando de nuevo el crecimiento poblacional y al haber logrado una alta tasa de urbanización, será más fácil ir lidiando con los retos restantes.
Debemos estudiarlos y ver las experiencias de otros para tomar lecciones que nos permitan prepararnos para el futuro.