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Urbanización y migración futura

  • 20 septiembre 2020 /

José Azcona

La urbanización de los países desarrollados en los siglos XVIII y XIX fue producto sustancialmente del excedente de jóvenes en los campos, que nutrieron con su trabajo el crecimiento de las florecientes y novedosas industrias. Este proceso se ha repetido en otros países que tienen un desarrollo posterior, incluido Honduras, donde los índices de urbanización han crecido más rápidamente con el aumento de la población.

La emigración tiene origen similar a la urbanización. Cuando hay una explosión demográfica, estas cohortes numerosas al llegar a adultas buscan un escape más lejano. Con posibilidades materiales más abundantes y horizontes mentales más amplios, la emigración crece de manera acelerada. Esto lo vemos en México (que tiene patrones demográficos unos 25 años más avanzados que los nuestros), donde entre 1970 y 2010 salieron decenas de millones de personas. Igualmente, las oleadas de migración de Europa antes de la Primera Guerra Mundial correspondían a este ciclo.

Afortunadamente, el crecimiento en la población joven tiene ventajas que pueden compensar los costos de integración y control.

La urbanización permite educar y dar servicios a las personas más fácilmente, y nos hace más competitivos para las actividades económicas que requieran concentración de personas. La emigración nos fortalece económicamente, y el retorno de una parte de los que han salido nos trae conocimiento y habilidades nuevas.

Este es un fenómeno transitorio, pero medible y lógico. Al irse estabilizando de nuevo el crecimiento poblacional y al haber logrado una alta tasa de urbanización, será más fácil ir lidiando con los retos restantes.

Debemos estudiarlos y ver las experiencias de otros para tomar lecciones que nos permitan prepararnos para el futuro.