Claro, no faltará quien se muestre escéptico ante el reclamo de un comportamiento ejemplar a los políticos del patio, luego de unos años en los que lo que ha abundado ha sido la incoherencia, la traición a la palabra empeñada, la trapisonda, el oportunismo, el latrocinio y otro largo elenco de oprobios. Sin embargo, yo pienso que, como entre ellos también hay gente honrada, más de alguno se sentirá interpelado y reflexionará sobre la impostergable necesidad de adecentar el panorama y de mostrar un discurso y una actuación distintos, alejados de la diatriba, la descalificación, la difamación y el insulto, y más cercanos a los valores éticos, a las virtudes humanas.
Y, hablando de virtudes humanas, es fundamental que nuestros políticos entiendan, de una vez, la importancia que tiene el respeto para las relaciones entre las personas y entre las colectividades.
El hábito ético del respeto parte del reconocimiento de la dignidad del otro, de esa dignidad que es inherente a la persona humana, y eso independientemente de su capacidad intelectual, de sus estudios, de la cantidad de bienes materiales que haya atesorado, del lugar en que viva, de su buena o mala conducta incluso. De ahí que no haya hombres o mujeres que merezcan más o menos respeto ni seres humanos que tengan la autoridad natural para clasificar a sus congéneres y ubicarlos en una imaginaria escala de dignidad o indignidad. Eso solo sería posible si existieran personas impecables, inmaculadas, impolutas, infalibles y de integridad probada. Y, afortunadamente, esta especie de homo sapiens no existe, y Dios nos libre de los que se crean perfectos y se consideren por encima de toda miseria humana.
Además, en estos tiempos de pandemia lo que menos queremos escuchar los hondureños son descalificaciones, mentadas de madre, discursos de odio y acusaciones, fundadas o no. Sí esperamos una campaña de altura, con propuestas serias, sin tomaduras de pelo, sin promesas para tontos.
Queremos que esto se entienda: irrespetar a otro hondureño es, de alguna manera, irrespetarnos a todos. Así que, respeto, por favor, señores políticos.