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El dividendo demográfico

  • 06 septiembre 2020 /

José Azcona

Hay un aumento manifiesto y mesurable de la proporción de jóvenes que no estudian ni trabajan.

Los cambios demográficos hacen que haya un incremento de los mismos, y las mejoras en productividad los vuelven redundantes.

Para enfrentarlo debemos ver esta explosión de población joven menos como un problema y más como una oportunidad.

Se hace atractivo el país para actividades que requieran cantidades considerables de personas con algunas habilidades y educación, aunque no tengan ciertos conocimientos específicos.

Debemos ser más dinámicos en promover la inversión en actividades industriales (apoyado además por los incrementos en los costos de nuestros rivales asiáticos), y de servicios remotos (tenemos una población educada e interés en ser bilingües) dirigidos a la exportación.

En la actividad agrícola se debe continuar buscando nuevas formas de integrar a los jóvenes con un nivel mayor de educación, ya que las formas tradicionales de conseguir trabajadores se vuelven menos efectivas.

Actividades que han requerido escasa educación se deben ir adaptando al mayor nivel educativo de la población, con un trato y condiciones que reflejen los avances en los tiempos, dejando atrás los prejuicios.

Para seguir mejorando, nuestro mayor aliado es la mejora en el sistema educativo.
Una vez lograda la cobertura, la mejora en calidad es lo único que hace que podamos tener mejor productividad.

La calidad no es solo de tipo escolástica o formal, sino que debe incorporar habilidades más útiles para servir en el mercado laboral.