25/04/2024
12:24 AM

Vale la pena perdonar

Mimí Nasthas de Panayotti

Perdonar es abandonar o eliminar un sentimiento adverso contra el hermano, amigo, pariente o empleador. Perdonar es remitir la deuda, ofensa, delito u otra cosa que toque al que redime. Es renunciar a un derecho, goce o disfrute. En el Padrenuestro decimos, perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, o sea que está condicionado nuestro perdón por el Padre únicamente si perdonamos a nuestros deudores.

¿Quién sufre, el que odia o el que es odiado? El que es odiado vive feliz, generalmente, en su mundo, dice el P. I. Larrañaga. El que cultiva el rencor se parece a aquel que agarra una brasa ardiente o al que atiza una llama. Pareciera que la llama quemara al enemigo, pero no, se quema uno mismo. El resentimiento solo destruye al resentido.

No hay en el mundo fruta más sabrosa que la sensación de descanso y alivio que se siente al perdonar, así como no hay fatiga más desagradable que la que produce el rencor. Vale la pena perdonar aunque sea solo por interés, porque no hay terapia más liberadora que el perdón. A veces perdonar no es tarea fácil. Es muy difícil no reconocer las ofensas dolorosas que hemos recibido: un padre que abandona a sus hijos por otra mujer, una amiga querida que nos traiciona, un esposo infiel repetidamente, un despido injustificado, un hijo desagradecido y malcriado, un marido alcohólico violento, un pariente mentiroso que arruina nuestra reputación, en fin, hechos que han minado nuestra auto-estima.

Un paso fundamental en el proceso del perdón es dejar de pensar en lo que nos hicieron, en lo que fue la causa de nuestro rencor. Primero se olvida y no se mira atrás. Hemos de dejar pasar un tiempo. Luego las cosas se ven menos graves y se va adquiriendo la consciencia del perdón. La gracia de Dios es la única solución para poder vivir con liberación y en paz, por medio de ejercicios de perdón.

La falta de actitud para perdonar nos impide vivir y nos quita la energía vital, que gastamos solo en protegernos y no valoramos otros acontecimientos que pueden lograrnos un nuevo bienestar junto con la recuperación de nuestras capacidades.