Este período prolongado de distanciamiento, de medidas obligatorias, nos hace sentir incómodos a pesar de que todo ello tiene como objetivo preservar la salud. Quizá lo más difícil de aceptar es la limitación de nuestra propia libertad de decisión, en beneficio del bien común. Sin embargo, en la limitación es cuando aflora con más fuerza la creatividad; cuando nos vemos retados tenemos la posibilidad de reaprender, de evaluar lo que hemos hecho hasta el momento y cómo reorientar el camino. Crecer no es fácil, ni individualmente, ni como organizaciones y tampoco como nación. A veces es doloroso darse cuenta de los pasos en falso, de las decisiones erradas y de las acciones egoístas que afectan a muchos; pero siempre tenemos la posibilidad de enmendar. Sobre muchos temas quisiéramos tener la posibilidad de tomar decisiones que generen grandes cambios en la sociedad, como acabar con la corrupción, castigar el cinismo, erradicar la avaricia, por ejemplo. En múltiples ocasiones tenemos que lidiar con la sensación de pelear una batalla destinada al fracaso. Entonces la frustración hace su aparición triunfal en nuestros pensamientos, paralizándonos y abonando las raíces de pensamientos negativos, que nos llevan a concluir que todo está perdido, que ante la imposibilidad de cambiar rápido no podemos hacer nada más que dejarnos arrastrar por la corriente y asumir también la ley del más fuerte, del mínimo esfuerzo, de la viveza como sinónimo de abuso. Tenemos limitaciones, es cierto, pero hay un tipo de libertad que sigue estando intacta y es la posibilidad de elegir nuestra propia actitud en estas circunstancias. ¿Sobre qué aspectos tenemos la posibilidad de elegir? Comparto esta reflexión personal, con la confianza en que cada uno, desde su propia perspectiva de vida, pueda hacer su análisis. Puedo elegir aprovechar este momento para conocer un poco más a quienes viven bajo mi mismo techo, y a quienes en la cotidianeidad anterior veía por algunos momentos del día. Ellos son mis compañeros en el camino de la vida. También puedo elegir abrir mi mente y mi corazón para que ellos me conozcan. Y si vivo en soledad, puedo conocerme más y, asimismo, utilizar la tecnología para acortar distancias y conectarme con otros desde nuestra propia esencia humana. Puedo elegir renegar ante esta situación o a cambio puedo aceptarla como un proceso de aprendizaje y crecimiento que pueden hacerme un ser humano más sensible y más empático con otros. Volcar mi resentimiento y frustración en comentarios en redes sociales, compartir cualquier información que circula por ahí y que tiene la virtud de revolver las emociones de cualquiera, aún y cuando no sea cierta; pero también puedo, en contraste, actuar con responsabilidad, buscando construir, filtrar la información de acuerdo con su fuente y contenido, antes que desinformar o encandilar los ánimos de la gente con la que trato. En estos momentos de pandemia tengo la posibilidad de discernir entre la justa petición de respeto, honradez y acción oportuna de las autoridades, reclamando aquello que afecta el bienestar de toda una nación, a la que todos los ciudadanos tenemos derecho, y evitar los ataques viscerales sin fundamento. Hoy puedo elegir también ser congruente entre lo que exijo y lo que doy a los demás; puedo aprender a ser tolerante ante el pensamiento que no comparto, pero al mismo tiempo defender mi propio criterio y valores ante quienes buscan convencerme de sus propias ideas. La pandemia no nos ha restringido del todo. Tenemos siempre la posibilidad de elegir y, entre tanta complejidad, buscar el valor de las pequeñas cosas, de la simplicidad, de aquello que sigue siendo el principal motivo para continuar. ¡Ánimo, que todo pasa!
28/03/2024
06:28 AM
Lo que puedo elegir
- 02 agosto 2020 /