24/04/2024
09:16 AM

El hombre y la ducha

Este era un hombre que estaba teniendo problemas al bañarse.

Salomón Melgares Jr.

Este era un hombre que estaba teniendo problemas al bañarse. A su ducha le llegaba menos agua cada día, y esto lo ponía de mal humor. Pero hoy fue el acabose: el agua simplemente no llegó. Abría y cerraba la manivela de la ducha sin parar y nada, el agua brillaba por su ausencia.

De inmediato le gritó a su esposa: “¿Qué pasa con esta ducha del demonio?” Al final, luego de acatarle el consejo de esperar, una línea de agua empezó a salir y con eso se bañó. Después dijo, con el ceño fruncido: “Fue toda una pesadilla”.

Al día siguiente, el mismo cuadro al momento de bañarse: ¿volvería a tener ese encuentro angustioso y tenaz con su ahora “enemiga” la ducha? Esta vez, al operar la manivela notó que la cantidad de agua que salía primero era abundante y poco a poco se iba reduciendo hasta quedar solamente una línea. Luego pensó, en el instante mismo de querer molestarse:

“Gracias a Dios porque al menos tengo agua. Voy a tratar de aprovechar la cantidad abundante haciendo pausas, cerrando y abriendo, no importa si estoy aquí media hora”. Al terminar dijo, con una sonrisa en el rostro: “Fue como un sueño dulce”. Y es aquí donde está la lección, querido lector: la correcta actitud.


En su reflexión, este hombre tuvo la lucidez de decidirse por estimar el beneficio de tener agua todavía a disgustarse y afligirse porque no la tenía en la cantidad que él quería.

Resultado: la salud mental, que a tiempo pudo transformar lo adverso y enojoso en apacible y grato. De ese modo, el encargo bíblico llega a cobrar mayor peso para nosotros: “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7 NVI).