El dinero no tiene voluntad; y por eso la Biblia advierte, no contra él, sino contra la mala administración del mismo” (Antonio Estrada).Por eso vemos que Jesús, como un asesor financiero experto, aconsejaba a sus oyentes sobre cómo invertir el dinero adecuadamente (Mateo 6:19-21).
Por un lado, decía él, es insensato dedicar la vida a la acumulación egoísta de bienes (tesoros). Porque estos se pueden perder fácilmente, sea por deterioro, despilfarro o robo, y hoy día por inflación, devaluación o crisis económica. Además, estos no acompañarán a la persona en la otra vida. Lo sabio o prudente es, más bien, “hacer tesoros en el cielo”, o sea, utilizar lo que tenemos como Dios quiere que lo usemos. Esto implica dejar de pensar solo en nosotros mismos y usar el dinero y las posesiones materiales para ayudar a aquellos que tienen menos que nosotros.
Esta forma de actuar tendrá un impacto significativo en la realidad y será de enorme valor cuando comparezcamos ante el Señor al final de los tiempos. En el fondo, estas dos perspectivas son totalmente antagónicas: o vivimos los valores de la solidaridad, el altruismo y la generosidad, para construir una mejor sociedad y para la promoción de la vida, o vivimos solo para nuestros lujos, comodidades y proyectos personales, en total indiferencia ante los problemas del necesitado, lo cual acarrea destrucción de vidas y deterioro social. Una visión es sublime, la otra, perversa. ¿Cuál de estas es su filosofía? En esta pandemia, ¿qué escogeremos? ¿Ayudar o desentendernos? ¿Salvar o aprovecharnos del prójimo? En nosotros está el marcar una diferencia positiva, porque de la visión egoísta ya hemos tenido suficiente en nuestro país.