25/04/2024
07:53 AM

Antes y después

Elisa Pineda

Estamos en casa, quizá no todos, pero la mayoría. Es una especie de pausa entre lo que fue la vida antes de la presencia del Covid-19 y lo que podría ser el después, por hoy totalmente desconocido, pues esta pandemia nos mantiene en “durante” alrededor del mundo.

Antes la rutina parecía aburrida. Atender las tareas cotidianas, ver a los compañeros de trabajo, visitar a la familia con cierta frecuencia, podía ser un escenario repetido, semana a semana.

Comer cualquier cosa fuera de casa, no por el gusto de hacerlo, sino porque el tiempo no alcanzaba; dejar pendiente el café con amigos porque el ajetreo cotidiano no daba para hacer realidad los planes.

Comprar desde las cosas más sencillas hasta aquellas que se convierten en verdaderos acontecimientos familiares, salir a caminar, disfrutar de una reunión, todo eso pasaba y lo creíamos normal.

Ir a la iglesia, saludar a los vecinos, las clases en cualquier aula, el contacto con las personas más allegadas, incluso con quienes tenemos diferencias de pensamiento, era parte del día a día.

Dejamos de apreciar nuestra cotidianidad, la dimos por hecho, creímos erróneamente que la vida gira alrededor del ser humano, que todo está dispuesto para atender nuestros deseos y peticiones, que somos los amos del planeta.

Hoy, en cuarentena, las situaciones a la distancia tienen un sentido muy diferente. Deseamos salir a la calle, encontrarnos con la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, pero no como ahora, sino como fue: sin miedo al contagio.

Ahora, las discusiones por algún malentendido pueden parecer absurdas, las grandes diferencias no nos parecen insalvables, el Covid-19 nos ha convertido en una masa que se homogeniza en cierta medida, en su vulnerabilidad, necesidades y emociones.

El después es incierto. El mundo no volverá a ser igual que antes, porque ahora sabremos con certeza que somos vulnerables en extremo, que la humanidad es una, a pesar de las grandes diferencias socioeconómicas.

Que los Gobiernos de aquí y de allá enfrentan debilidades similares, con diferencias presupuestales y capacidad científica; que las miserias humanas son más generales de lo que pensábamos.

Pero también sabremos por la experiencia de ahora, que el ser humano es capaz de actos de enorme bondad y solidaridad.

El después llegará y el mundo no volverá a ser el mismo. Cambiará la forma de hacer negocios, de la misma manera en que cambien los hábitos de los consumidores; será una nueva época, que impulsará el conocimiento, en la que se deberá necesariamente buscar formas nuevas y creativas de una educación más humanista.

Un después que puede cambiar drásticamente la dinámica de la política internacional, ahora con pleno conocimiento de lo que podría desencadenar en algún momento el uso de armas biológicas.

El mundo no será igual. Nosotros habremos cambiado. Sabremos de la ansiedad, el temor, la angustia y el dolor; pero también reconoceremos el valor del esfuerzo de cada uno, en beneficio de todos.

La realidad será distinta; ojalá que lo que estamos viviendo nos cambie para bien y de forma permanente. Está en nuestras manos.