23/04/2024
12:01 AM

Pedir sin insultar

El mundo continúa sometido al imperio del coronavirus que, como un dictador sangriento, sigue cobrándose vidas inocentes. La Iglesia, que vive en el mundo, aunque no debería ser del mundo, adopta distintas normas, según el país y la gravedad de la epidemia. El Vaticano, consciente de que muchos moribundos no podrán confesarse porque los sacerdotes no tienen acceso a ellos debido al aislamiento en que viven los enfermos, ha concedido la absolución y la indulgencia plenaria a todos los que mueran sinceramente arrepentidos de sus pecados. Además, ha pedido a los obispos que permitan el acceso de los fieles a la misa, en especial a los Oficios de Semana Santa, pero siempre respetando las normas de seguridad que imponen los diferentes Gobiernos.

Así las cosas, conviene aclarar algunos puntos. En primer lugar, que según el Papa los obispos no pueden ser más estrictos que la autoridad política en cada caso. No se pueden vulnerar las normas sanitarias, pero se deben hacer aquellas cosas que estén permitido hacerse. Eso exige, por parte de los Episcopados, solicitar aclaraciones a las autoridades competentes -en Italia lo han hecho ya- e incluso que se pueda expedir un certificado que permita acudir a los templos, siempre, insisto, respetando las exigencias que imponen las autoridades sanitarias. Para un católico es tan importante o incluso más poder ir a misa y comulgar que ir al supermercado. Quizá no todos los templos estén preparados para acoger a los fieles de forma que se mantengan las distancias de seguridad, o no todos los sacerdotes estén en condiciones de hacerlo; pero habría que permitir que donde sea posible se celebre el culto con público, y que eso no sea considerado un delito. Quiero insistir en lo que ya dije la semana pasada, aunque esta apertura a los fieles me parezca necesaria, tenemos que respetar las decisiones de los obispos, sin insultarles diciendo que son unos cobardes o que no tienen fe. La violencia no es nunca el camino de un seguidor de Cristo.