18/04/2024
01:38 PM

Juventud inquieta

Elisa Pineda

Hace pocos días tuve oportunidad de reunirme con un grupo de jóvenes universitarios, gracias a la invitación de una colega docente de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de San Pedro Sula. Tenía muchas expectativas sobre la visita, pues siempre es enriquecedor conversar con las nuevas generaciones y conocer sus puntos de vista.
No estaba equivocada, mis interlocutores se mostraban inquietos con el presente y futuro del país, la forma en la que pueden ser partícipes de un cambio positivo y de manera especial, la mayoría con una fuerte dosis de sensibilidad social, propia de su generación.
Mientras planteaba mis ideas, no dejaba de pensar cuánto potencial hay en la juventud hondureña y cuánto se requiere de programas y proyectos que contribuyan a orientar sus intenciones, aptitudes y actitudes.

¿Qué podemos hacer por Honduras? Era la pregunta recurrente de quienes esperaban de mí una respuesta concreta. Después de escucharlos detenidamente, mi respuesta fue: estudiar, aprovechar la oportunidad de desarrollo. Les conversé que se estima que solamente entre el 14 y el 16 por ciento de la población estudiantil logra ingresar a la universidad y del privilegio que significa en Honduras estar en un aula en condiciones adecuadas, con un buen docente.
Cuando damos por sentado que nuestra realidad es la generalidad, pensamos que tenemos poco en nuestras manos. Despertar la conciencia es quizás una de las acciones más importantes a llevar a cabo con nuestra población.

Sin lugar a dudas una sola persona poco podrá cambiar la realidad de un país como el nuestro, marcado por la desigualdad económica y social, así como la falta de oportunidades de desarrollo para una gran parte de la población; pero mucho habremos logrado si cada uno de quienes tienen oportunidad de estudiar asume las riendas de su propio destino. Conversando con profesionales que trabajan en empoderamiento juvenil y en orientación vocacional, encontré que quizás una de las más grandes barreras que sobrepasar es la actitud displicente con la propia vida; es decir, el desencanto cotidiano.
“Aquí, pasándola” es la respuesta automática a la pregunta “¿cómo estás?”, me comentaban. Podría pensarse que son solamente frases, pero las palabras tienen un enorme poder, especialmente cuando las repetimos constantemente.

La vida no es para pasarla, es para vivirla con plena conciencia del presente y sus implicaciones a futuro. Para cambiar una realidad colectiva, primero es preciso tener la convicción de que es indispensable hacer los cambios individuales que nos hagan mejorar.
Asumir que el futuro está solamente en manos del gobierno de turno es una postura ingenua. Dejar de lado el valioso poder de la actitud, nos hace perder grandes oportunidades.
De acuerdo, los grandes problemas de la nación no solamente se resuelven con actitud positiva, creerlo así sería absurdo; sin embargo, tomar el control de la propia vida, aprovechar las oportunidades de desarrollo, de educación, muchas veces puede hacer la diferencia.
Ser activos y no sujetos pasivos en la construcción de un mejor país implica para los jóvenes no dejar pasar el tiempo. Aprender a perseverar, a no dejarse llevar, a seguir adelante a pesar de los problemas, es indispensable. Luego de conversar por espacio de una hora con los estudiantes, me quedé con la sensación de haber dejado en ellos aún más inquietudes, pero también algo más de conciencia. Por mi parte, ellos me enseñaron que hay lugar para sentir esperanza, porque los cambios vendrán de la mano de ellos, los jóvenes de Honduras.