Estas jovencitas hoy algunas ya profesionales, iniciaron en 2013 una batalla legal con todas las probabilidades de perderla, pero no desistieron en ningún momento y ahora han visto triunfar sus argumentos jurídicos, estableciendo una jurisprudencia que abre el camino para que los jóvenes universitarios en esa casa de estudios y en otras universidades públicas y privadas puedan manifestar con toda libertad sus creencias religiosas sin ninguna cortapisa. Porque quienes seguimos de cerca el tema de la libertad religiosa, sabemos de los abusos y la persecución de que son objeto los jóvenes que profesan alguna religión dentro de las universidades públicas hondureñas, con toda una estructura que nos les respalda y una mentalidad académica que malentiende completamente el concepto de laicismo.
Este tipo de batallas legales normalmente las vemos en otras latitudes donde el derecho, la justicia y la jurisprudencia han alcanzado grados más avanzados y donde el concepto de ciudadanía tiene todo el peso ante el aparato estatal, pero en esta oportunidad tenemos que regocijarnos de ver el coraje con que estas jovencitas han actuado y el análisis que los magistrados de la más alta instancia del país han hecho para darles la razón en todos sus planteamientos y han ordenado la creación de una política antidiscriminación en materia religiosa.
Una muestra que los jóvenes cuando se determinan tienen esa fuerza, ese coraje y esa determinación que les falta a muchos y que precisamente cuando esas cualidades empujan en una dirección, difícilmente las cosas vuelven a ser las mismas, porque estamos seguros que esta victoria legal para los evangélicos tiene que marcar un antes y un después en el clima de discriminación, menosprecio y hostigamiento que han sufrido cientos de jóvenes solo por profesar su fe.
La historia la escriben los valientes y la cambian los determinados, y en esta ocasión cinco valientes mujeres le han dado una gran victoria a los jóvenes evangélicos y a la iglesia protestante de Honduras.