16/04/2024
03:43 PM

No a la guerra

Francisco Gómez Villela

Entre julio y octubre de 2019, el Comité Internacional de la Cruz Roja levantó una encuesta entre 16,000 millenials de 16 países, que analizaba las perspectivas de estos ante el futuro y los conflictos. Un 47% de ellos revelaron que creen que una tercera guerra mundial se desarrollará en el transcurso de sus vidas.

Según datos de la Enciclopedia Mundial de las Relaciones Internacionales y Naciones Unidas, en los últimos 5,500 años han habido 14,513 guerras que han dejado 1,240 millones de muertos, y únicamente 292 años de paz entre las mismas. La más sangrienta de todas es la Segunda Guerra Mundial con sus más de 60 millones de muertos.

Las causas generalmente las mismas: dinero, poder, ideologías políticas, religiosas.
Independientemente de la causa, representan la forma más primitiva de resolver diferencias entre países.

Pensaríamos que los errores del pasado han quedado atrás y los ejemplos de personajes diabólicos de la historia han servido de escarmiento; pero no, todavía hoy el planeta tiene que soportar la amenaza de conflictos bélicos. El ego y la sinrazón todavía obnubilan mentes, distorsionan realidades y crean zozobra. Vivimos en la Era de la Informática, pero anclados aún en la barbarie.

Este planeta ya no aguanta tanta locura. Cada quien haciendo lo que se le antoja sin pensar si es bueno o es malo. Interpretando libre albedrío como liberalidad para hacer lo que quieran, cuando la palabra albedrío representa realmente “libertad individual que requiere reflexión y elección consciente”, es decir, actuar dentro de los límites de la cordura.

El drama de las guerras ha ensombrecido este planeta desde siempre. Nada lo justifica, ni hacerla en nombre de los hombres o en nombre de Dios. Es una aberración del propósito de las civilizaciones.

Las personas ya no quieren guerras, ya no quieren soportar el horror de las matanzas. Quieren vivir en paz con la certeza de que no habrá una guerra mundial. Quieren saber que estarán aquí mientras se completa su ciclo natural de vida. No entienden por qué pelear por diferencias religiosas, por odios ancestrales transmitidos por generaciones, o por la necesidad de mantener una hegemonía de poder.

Los líderes de potencias mundiales deberían interpretar esto, y dejar de utilizar el poder absoluto como amenaza de la paz mundial.Se trata de mejorar la vida en el planeta, no de destruirla.