23/04/2024
02:36 AM

¿Qué tenemos que hacer?

Una persona y una Iglesia anémica, sin espiritualidad, no soportará la persecución; una Iglesia dividida, tampoco. La unidad solo se puede lograr en torno a la Palabra de Dios y a la actualización del mensaje de forma fiel y coherente con esa Palabra y con la Tradición.

Pensar que no nos van a perseguir si nos adaptamos al mundo es ignorar que mientras quede en nosotros algo de fe en Cristo seguiremos siendo molestos y seremos perseguidos; solo renunciarán a la persecución cuando estemos totalmente insertados en el sistema y hayamos asumido completamente lo que nos exige el nuevo orden mundial: aceptar que no tenemos la plenitud de la verdad, que somos una religión entre otras y con el mismo valor que otras, y que Cristo es solo un gran profeta -como muchos otros-, pero de ningún modo el Hijo de Dios hecho hombre. No debemos engañarnos, habrá persecución mientras no haya rendición total.

Por eso es muy importante lo que pasa en China. Lo más significativo es que allí los que están protestando -representados por el cardenal Zen y por muchos obispos y sacerdotes- son los que quieren ser perseguidos antes que renunciar a la fidelidad a Cristo.

Prefieren la cárcel antes que la traición, y lo que les duele no es que sus iglesias estén siendo derruidas, sino que tengan la impresión de que es la propia Iglesia la que les pide que se sometan al Partido Comunista y que dejen de proclamar aquellos puntos del mensaje de Jesús que el partido no tolera.

Los católicos chinos quieren eso: apoyo y aliento para afrontar la persecución, no que les digan cómo tienen que hacer para dejar de ser perseguidos, porque eso ellos lo saben de sobra y desde hace mucho.

Preparémonos para la persecución. Para la que viene de afuera y para la que pueda venir de adentro. Pidamos la gracia, la fuerza y la misericordia.