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Tras la tierra prometida

  • 18 enero 2020 /

La salida de nuevas caravanas de hondureños que pretenden llegar hasta Estados Unidos, en búsqueda de la “tierra prometida”, debe constituirse en un llamado de atención para todos los que vivimos en este país.

Es cierto que algunos de los que han decidido marcharse tienen motivos reales para hacerlo: unos han buscado trabajo y no lo han encontrado, otros han recibido amenazas de parte de la delincuencia y sienten que su vida corre peligro, y, en otra categoría, no faltan los que sí tienen un medio de sustento estable, pero prefieren probar suerte más allá del río Bravo. La conducta humana es, muchas veces, impredecible, y es imposible bucear en los modos de pensar de cada individuo.

A la mayoría de la población no deja de causarle perplejidad el hecho de que algunos de estos migrantes estén dispuestos a padecer peligros inimaginables con tal de cruzar las fronteras y que se hagan acompañar de niños cuya salud y seguridad resultarán, sin duda, comprometidas, y le asalta la duda si no hay otras motivaciones para emprender el camino hacia el Norte.

Desde que comenzó el flujo migratorio bajo esta modalidad de “caravanas” han sido notorios dos fenómenos: por un lado, la conversión del hecho en arma arrojadiza en contra del Gobierno, al que se culpa de las condiciones que obligan a emigrar.

Un sector de la oposición aprovecha la coyuntura para buscar sacar provecho y, más que el drama de los que se van, están interesados en obtener beneficios partidarios. Es más, hay personas, con nombre y apellido, que promueven y organizan las caravanas con tal de causar daño a la imagen del Gobierno.

El otro fenómeno tiene que ver con cierta candidez de parte de los que deciden irse.

Se niegan a escuchar las historias, algunas de terror auténtico, vividas por otros que han intentado emigrar, o insisten en soñar con una especie de paraíso terrenal, que luego deviene en pesadilla, en una “tierra de promisión”, que no existe más que en la ficción. Encima, si la migración regular, legal, no es fácil, menos lo es la irregular, la ilegal, la que pretende realizarse a espaldas de las regulaciones de los países por los cuales deben transitar, Guatemala y México, y en donde cada vez hay menos disposición para la protección y la acogida, porque ya suficientes problemas tienen ellos con su gente como para convertirse en salvadores de la de otras nacionalidades.