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Tareas pendientes

  • 04 enero 2020 /

Aunque 2019 ha quedado ya atrás, no por eso los hondureños podemos ni debemos olvidar las tareas que, como país, han quedado pendientes y que si no acometemos con diligencia pueden comprometer el futuro a corto, mediano y largo plazo.

Tal vez la más urgente es la generación de los mecanismos para mantener un diálogo permanente entre todos los sectores de la hondureñidad. Debe terminar, de una vez por todas, la confrontación, la promoción del odio entre unos y otros, las constantes amenazas de dañar aún más la convivencia pacífica, la actitud arrogante de algunos dirigentes que pretenden imponer sus posturas, claramente opinables, como si fueran dogmas inamovibles. Estamos obligados a entender que Honduras no es propiedad de ningún grupo, de ningún partido, de ninguna facción ideológica; que aquí hemos nacido todos y que, por lo mismo, todos tenemos igual derecho a opinar, a hacer propuestas y, luego, el deber de someternos al mandato de las mayorías cuando así lo expresen.

En Honduras todos nos conocemos, de modo que nadie puede llamarse a engaño. Además, las aspiraciones por alcanzar un desarrollo económico que asegure una sociedad más equitativa y solidaria son comunes. Que a los empresarios les vaya bien nos beneficia a todos, que a los campesinos les vaya bien, también; que los obreros mejoren su calidad de vida, por supuesto que redunda en el bienestar de los demás y no solo en el de ellos. No hay, entonces, por qué ponernos a pelear, ni descalificarnos, ni sentirnos enemigos de nadie.

Una vez entendido lo anterior, es evidente que el resto de las tareas son enormes y que cada uno de los gobiernos que ha precedido al actual ha intentado acometer con poco éxito. Se trata de las permanentes preocupaciones por lograr que nuestros niños y jóvenes tengan acceso a la educación de calidad que se merecen; que los servicios de salud lleguen al pueblo enfermo; que los servicios públicos faciliten la existencia digna que todo ser humano debe llevar y que se provean a costos que no sean prohibitivos ni produzcan frustración entre los que lo necesitan y reciban.

Y, sin que esta sea una lista exhaustiva, tenemos, finalmente, la tarea pendiente del cuidado de aquella que el papa Francisco ha llamado nuestra “casa común”. Debemos impulsar un proceso de concientización sobre la conservación del agua, el suelo, los bosques, la fauna, el aire limpio. Sin esto todo lo demás resulta inútil, porque, como tantas veces se ha dicho, el dinero no se come, y, aunque la economía fuera mejorando, el futuro continuaría siendo sombrío de cara a la calidad de vida de las próximas generaciones.