Las dos sondas Voyager son los exploradores robóticos que más lejos han llegado. Siguen funcionando después de más de cuarenta años, sin mantenimiento ni cambio de piezas, a más de 17,000 millones de kilómetros de distancia, por lo que sus débiles señales tardan casi un día en llegar a la Tierra.
Las Voyager fotografiaron y midieron características de los grandes planetas del sistema solar como no se había logrado, especialmente de Urano y Neptuno, encontraron nuevas lunas en torno a esos cuerpos, detectaron volcanes activos en algunas de ellas, descubrieron que la gran mancha roja de Júpiter es una tormenta colosal y analizaron los anillos de Saturno.
Estas dos misiones llevan a bordo información, en un disco de oro, sobre la civilización terrestre, por si algún día se encuentran con alienígenas inteligentes. La Nasa calcula que pasarán 40,000 años antes de que las Voyager se acerquen a otro sistema planetario.
“Una de estas naves será interceptada y el disco leído solo si hay una civilización con actividad espacial avanzada en el entorno interestelar, pero el lanzar esta botella en el océano cósmico transmite algo muy esperanzador sobre la vida en este planeta”, manifestó entonces Carl Sagan, quien dirigió la comisión de científicos que se encargó del contenido de los discos que viajan con las Voyager.