Por cada respiración tienen una queja, nada les gusta y solo miran el lado oscuro, negativo y morboso de la existencia. Para ellos todo es malo, lo malo debía ser bueno, lo bueno debería ser perfecto y lo perfecto pluscuamperfecto.
Y pensar que todo mejoraría si eligieran aceptarse y aceptar, amarse y amar. Con esa intención comparto este pensamiento de Jalaluddin Rumí, considerado uno de los más grandes místicos sufíes y nacido en 1207:“Dondequiera que estés, sea cual sea tu condición y hagas lo que hagas, sé siempre un buen amante”.
No está de más recordar que aquí el término amante va en su sentido original: aquel que está siempre amando. Con amor se puede catar un buen vino o saborear un vaso de agua, estar en un club elegante o pasear junto a un río. El mismo San Agustín escribió: “Ama y haz lo que quieras”.
El mundo no necesita tinieblas, playboys o playgirls, pero sí reclama millones de amantes: personas que se aceptan y aceptan a los demás con un amor compasivo y comprensivo, seres abiertos al perdón y generosos en la admiración y la entrega. Amantes verdaderos, dispuestos a estar con el ser amado en la salud y en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza. Usted es un buen amante si hace todo con amor y por amor. El arte de amar es el arte de iluminar su vida y de alegrársela a los demás, cambiando lágrimas por sonrisas.