En el otro lado, en el sector de los que quieren una reforma de la Iglesia, pero en continuidad con la palabra y con la tradición, noto en no pocos casos nervios y miedo. Pero si ellos son los que, supuestamente, creen en el mensaje íntegro de Jesucristo, ¿no deberían tener más confianza en que el Señor es quien guía la Iglesia y que es Él y no nosotros quien la ha fundado y dado la vida por ella? O se cree en Dios o no se cree en Dios. Y si se cree, aun en el martirio, debemos estar seguros de que el Todopoderoso no nos abandona.
Tenemos que hacer nuestra parte y defender con valentía aquello en lo que creemos, pero sin caer en la trampa de devolver mal por mal e insulto por insulto. Rezar por nuestros enemigos, por aquellos que nos persiguen y calumnian, debe ser una característica de los que quieren seguir al Señor en su camino de la Cruz. Eso y mantener la paz y la esperanza. Tienen el poder y lo ejercen incluso despóticamente en algunos casos. Pero eso es solo una apariencia.
La realidad es que solo Dios tiene el verdadero poder y que todo lo que Él quiere o permite es para nuestra salvación. Si nos persiguen por ser fieles a Cristo, sintámonos bienaventurados y más cerca del cielo, porque eso es lo que el Señor prometió a los que le defendieran delante de los hombres. San Dimas es el primer ejemplo de ello.
Y no dejemos de orar por el Papa.