Un caso que conocí hace poco implicó semanas de espera para que lo viera un médico y después lo mandaran con el especialista, quien diagnosticó una operación de urgencia. Pasaron meses para que le dieran fecha. Tenía que llevar dos donadores; en ese departamento le dijeron que no había cupo y, hasta tres meses después, consiguió que le dieran fecha si llevaba ocho donadores. Lo cumplió y le dieron fecha. Para llegar a esa etapa invirtió días enteros en colas, esperas, reunir sellos y firmas.
Ya listo para entrar al quirófano suspendieron la operación por falta de material quirúrgico y hasta dos semanas después le volvieron a dar fecha, pero tuvo que comprar parte del material quirúrgico con su dinero para evitar que volvieran a suspender la operación. Historias parecidas las viven diariamente miles de derechohabientes por la saturación en las clínicas y hospitales del IMSS, agravadas por 7 millones de estudiantes que incorporó
Peña Nieto al IMSS con el objetivo de que apareciera en las estadísticas que en su Gobierno aumentó la cobertura de la seguridad social. El actual Gobierno incorporó a 2.3 millones de jóvenes más, sin incrementar el personal para atenderlos.
Ojalá el presidente López Obrador un día, en lugar de su conferencia mañanera, visite las salas de espera de clínicas y hospitales del IMSS y platique con el pueblo que espera lo vea un médico. Así conocerá el viacrucis para que los atiendan.